El “deseo” es más determinante y poderoso que la “prohibición” La derrota del demonio
Desde la venida de Jesús, las fuerzas demoníacas han quedado aplastadas; los demonios se someten al poder y al nombre de Jesucristo (F. Bovon, El Evangelio según Lucas, vol. II, 79). El demonio quedó derrotado para siempre
Se derrotó al demonio, pero ¿cómo? ¿mediante rituales, exorcismos y ceremonias? Nada de eso. Jesús no instituyó “exorcistas” ni decretó ritos y liturgias para expulsar demonios
En un breve artículo, que publiqué en Religión Digital hace pocos días, terminaba yo aquel escrito anunciando que pronto publicaría una reflexión sobre la homosexualidad. Pero, a la vista de las abundantes correcciones, que me han hecho algunos lectores que defienden la existencia del demonio, comprendo que esos lectores están en su perfecto derecho de pedir una explicación, dado que en los Evangelios se mencionan con frecuencia los demonios.
Pues bien, el Evangelio de Lucas, cuando relata la misión evangelizadora que Jesús encomendó a un grupo de discípulos, que era mucho más amplio que el de los “doce” apóstoles, el grupo de los “setenta y dos” (Lc 10, 1-20), este relato termina diciendo que “los setenta y dos volvieron con alegría diciendo: Señor, hasta los demonios se nos han sometido en tu nombre” (Lc 10, 17). A lo que Jesús contestó: “Yo contemplaba a Satanás, como un rayo, cayendo del cielo. He aquí, yo os he dado poder de pisotear serpientes y escorpiones, y sobre todo el poder del enemigo…” (Lc 10, 19).
Esta es la convicción que el cristianismo dejó patente: desde la venida de Jesús, las fuerzas demoníacas han quedado aplastadas; los demonios se someten al poder y al nombre de Jesucristo (F. Bovon, El Evangelio según Lucas, vol. II, 79). El demonio quedó derrotado para siempre.
Pero esto, siendo tan importante, no es toda la verdad que aquí es decisivo dejar patente. Se derrotó al demonio, pero ¿cómo? ¿mediante rituales, exorcismos y ceremonias? Nada de eso. Jesús no instituyó “exorcistas” ni decretó ritos y liturgias para expulsar demonios. Y menos aún les puso precio o estableció tarifas y aranceles para anular a los diablos satánicos. ¿Cómo y cuándo vio Jesús a Satanás caer como un rayo? Cuando los discípulos dedicaron su vida entera a poner en práctica el Evangelio. Así - y sólo así - podremos limpiar este mundo de demonios.
Pero ya, puestos a explicar este asunto capital, vamos a llegar hasta el fin. Como es bien sabido, a finales del siglo pasado, el conocido antropólogo René Girard publicó un libro que ha dado mucho que hablar. El libro se titula exactamente: Veo a Satán caer como el relámpago (Anagrama, 2002). Girard toma como punto de partida un dato en el que mucha gente no se ha fijado jamás. En el Decálogo, que la Biblia nos presenta en el libro del Éxodo (20, 17), se nos imponen diez mandatos, que son diez prohibiciones: No matar, no robar, no mentir… Pero el último de estos mandatos no es un “hecho” (matar, robar…), sino un “deseo”: No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás su mujer, ni su siervo, ni su criada, ni su toro, ni su asno, ni nada de lo que a tu prójimo pertenece.
Esto supuesto, me atrevo a decir que, en este “mundo endemoniado” en que vivimos, se está produciendo un cambio radical, que no imaginamos. El “deseo” es más determinante y poderoso que la “prohibición”. Lo “horizontal” es ya más poderoso que lo “vertical” (cf. Peter Sloterdijk, Has de cambiar de vida, 151-153). Lo que, aplicado al tema del demonio y cómo expulsarlo, nos viene a decir que el gran exorcismo, que necesita este mundo, no va venir del poder de los de arriba, con sus títulos, sus poderes y sus ceremonias, sino que sólo podrá venir de la sencillez, la insignificancia, la vulgaridad de los que están abajo.
En definitiva, sigue en pie y cobra fuerza lo que Jesús dijo a los setenta y dos discípulos, los que venían de vivir mezclados con el pueblo: “Veo a Satán caer como el relámpago”.