CONSIDERACIONES SOBRE LA GUERRA DE UCRANIA.
UNA PERSPECTIVA ESPIRITUAL
Creíamos estar como humanidad decididamente avanzando hacia un tiempo diferente, de más respeto generalizado, de más conciencia y paz. No sabíamos que el abuso reservara aún en nuestro planeta tantos cartuchos, pero no tenemos ninguna duda de que, pese a todos los presentes y luctuosos acontecimientos, el bien prevalecerá.
En el momento en que las fuerzas involutivas abren la caja de terribles truenos, en la hora en que ciudades colmadas de hermanos civiles son asediadas y bombardeadas de forma inmisericorde; en el tiempo en que Europa vive su mayor éxodo de refugiados después de la II Conflagración Mundial y la guerra deja de ser un fantasma anacrónico, un tema de novela o cine, en cualquier caso de ciencia ficción, para colarse diaria, cruda y salvajemente en nuestros televisores; cuando la destrucción de las fuerzas brutas y regresivas parecieran campar a sus anchas… ¿es posible la mirada de la esperanza? ¿En la hora europea contemporánea aparentemente más oscura que nunca habíamos llegado a pensar, queda espacio para el positivismo y el altruismo? ¿Hay en definitiva amanecer humano tras todo este desastre, tras toda esta exhibición de crueldad y falta de mínima humanidad…? Creemos que sí y nos disponemos a argumentarlo.
Adjuntamos estos ocho pensamientos simiente para la esperanza.
1.- El poderío de los tanques allende sus propias fronteras es cada vez más cortoplacista. El sojuzgamiento de un país no se sostendrá en la Europa del siglo XXI. La inmensa mayoría de la humanidad en todos los ámbitos de la vida, ya político, cultural, económico o espiritual, ha mostrado una unidad alentadora. Las fuerzas agresoras podrán aparentemente progresar, el propio Putin pensará, si su ejército se hace con el total del territorio ucraniano, que ha triunfado, pero no cabe lectura más errónea. No es posible que esa ocupación se perpetúe en el tiempo con tamaña oposición dentro y fuera del país.
La invasión se podrá hacer con el último rincón de Ucrania, pero a la larga su atropello no se podrá consolidar. No podrán sostener por mucho tiempo el despropósito. El aislamiento que en el futuro habrá de padecer Rusia será irresistible. Ello unido al descontento de la población hará que Putin y su régimen caudillista sean cada vez más cuestionados. Las próximas generaciones rusas no perpetuarán el desatino, no se acomodarán al triste legado de este presidente autoritario.
2.- Ucrania ya ha vencido ética, humana y políticamente ante los ojos de todo el mundo. Ucrania ya ha ganado, no con la fuerza de las armas, sino con las de su unidad nacional, su ánimo resistente y la fuerza de su razón. Ahora es el momento de ceder la aparente y efímera victoria al adversario y proteger la vida de sus súbditos. De lo contrario el coste de vidas humanas va a ser altísimo. Ahora es el momento de ceder a las abusivas demandas rusas de desligarse de Crimea, de reconocer la independencia de Donetsk y Luganks y comenzar una larga acción de resistencia civil contra el atropello del ejército invasor.
3.- La resistencia pacífica procuraría un mayor progreso de la justa causa ucraniana, posibilitaría hoy un urgente ahorro de vidas física. Las huestes de la invasión podrían quedar despistadas, incluso noqueadas ante el poderío desplegado por una eventual, determinada y mayoritaria resistencia civil. En algunos lugares ya se ha hecho patente estos días de forma espontánea la resistencia no-violenta ucraniana, sin que haya habido una respuesta violenta por parte de los soldados rusos.
La no-violencia representa nuestra incontenible fuerza interna, espiritual. En el caso de la invasión rusa de Ucrania la diferencia de fuerzas militares es además muy grande y el coste de vidas que puede acarrear la resistencia violenta es desmesurado. No hay condena para quien toma las armas exclusivamente para defender su familia o su patria de la agresión externa, sin embargo, evolución nos invita siempre a dar pasos en nuestro desarrollo colectivo. No criticamos por lo tanto la resistencia armada ucraniana, pues actúa en legítima autodefensa, pero estamos persuadidos de que es preciso ir más allá, atender al siguiente y valiente paso evolutivo que nos aguarda. Todo es llamado a elevarse, también la forma de frenar el empuje arrasador hoy aparentemente imbatible de las fuerzas agresoras.
4.- El estruendo lejano y a la vez tan cercano, el dolor tan profundo y a la vez tan fraterno está ahora marcando la hora de un nuevo reto en nuestro recorrido evolutivo. Quizás sólo nos restaba descubrir el poder infinito de nuestras serenas y firmes presencias privadas de metal. La resistencia pacífica y no violenta expresa la acumulación de poderío de nuestras almas unidas. Aún está por descubrir y constatar que representa también la fuerza más poderosa conocida.
La resistencia pacífica, el "ahimsa" a la que nos invitó Mahatma Ghandi desde su rincón en la historia con todo el poder de su testimonio, es fiel exponente nuestro poder interno. Nos resta instalarnos plenamente en esa interioridad del alma y cuando el abuso, desbordados de su fuerza y compasión, salir a las calles, plazas y carreteras. Nos resta presentarnos ante el agresor desnudos de ira, cargados de un amor capaz de alcanzar el corazón supuestamente adversario, capaz de bloquear en este caso el impulso violento del soldado ruso, agente de la invasión.
Nada puede contra la fuerza de nuestras almas. Pueden incluso disparar contra los cuerpos, pero es entonces cuando la liberación se acelera. El coste en vidas humanas de cualquier forma siempre será menor desnudos de fusiles y metralletas. La comunicación tan efectiva e inmediata de nuestros días juega a favor del efecto e impacto planetario de una creciente, firme y numerosa resistencia pacífica.
5.- Europa está despertando de su letargo. Quienes criticaban a Europa y sus instituciones, no sin su parte de razón, de exceso de mercantilismo han podido constatar que, a la hora de la verdad, nuestro continente ha hecho prevalecer los valores humanos en detrimento de los mercados. Europa no ha mirado para otro lado, ha abierto sus hogares, sobre todo sus corazones en una ola de solidaridad sin precedentes.
6.- Europa se levanta de su mullido sofá, sale de su área de confort y vive suyo el drama ajeno. La ola de refugiados que en el momento de escribir estas letras supera ya el millón de ucranianos va a traer su consecuente elevación de conciencia. Va a originar una fecundación humana, cultural y espiritual de gran alcance. Muchos hogares rebosarán de hermanos de otra cultura, sus anfitriones de satisfacción solidaria. La oleada de familias ucranianas huyendo del horror nos va a procurar a muchos europeos anclados en la rutina y la cotidianidad un campo de servicio, nos va a abrir una posibilidad de manifestarnos solidarios, nos va por lo tanto a colocar en otro nivel de conciencia más generosa, abierta y unitaria.
7.- La guerra de fuera nos impele también a librar una enconada guerra interna, una batalla contra nuestra ira y animadversión, contra un odio propio que a veces se nos antojara igualmente desmedido. Nos ha emplazado a ensanchar una compasión a la que aún le faltaba alcanzar e integrar a nuestros adversarios.
8.- Quizás quedaba aún esta crisis para terminar de afianzar profunda y definitivamente en nuestros corazones el espíritu de paz y de hermandad. Hasta ahora hemos evolucionado impelidos por el sufrimiento, pero esa era está llegando a su fin. La hermandad se afirmará sin necesidad de que vuelvan a sonar ya más los tambores de la guerra. Pensemos que tras este duro aprendizaje, estos son los últimos conflictos en nuestra geografía relativamente cercana, las últimas ciudades asediadas y bombardeadas, las últimas madres e hijos huyendo despavoridos de sus casas.
No desfalleceremos. La Luz siempre venció al invierno, la Verdad a la confusión. ¡El dolor inmenso generado por la invasión rusa de Ucrania traiga, más pronto que tarde, su debida recompensa en la manera de progreso evolutivo colectivo, en la forma de más luz, paz y amor!