El General de los jesuitas, Adolfo Nicolás, abrió el congreso internacional sobre el ser sacerdotal
“La formación de los candidatos al sacerdocio y de los sacerdotes ha de seguir marcada por el rigor, el diálogo crítico y en discernimiento con el mundo moderno, la apertura a las nuevas preguntas y el abordaje realmente interdisciplinar de los diferentes problemas. Todo ello en un proceso integral humano espiritual, en el cual, como dice Benedicto XVI, ‘la inteligencia se hace amor’ y la reflexión teológica termina en oración”, afirmó el Padre General de la Compañía de Jesús y Gran Canciller de la universidad, Adolfo Nicolás, SJ, en su discurso inaugural del Congreso Internacional “El ser sacerdotal: Fundamentos y dimensiones constitutivas”, que, desde el 19 al 22 de abril, organiza la Facultad de Teología, de la Universidad Pontificia Comillas.
Para Ignacio de Loyola, continuó el padre Nicolás, el sacerdocio va ligado a la práctica del apostolado, aportando un sello sacramental y eclesial que lo completa y perfecciona. “En este aspecto el ideal ignaciano no ha perdido nada de actualidad, sino que resuena plenamente con el ideal misionero del presbítero, ligado a una forma eclesialmente reconocida de vivir a la apostólica”.
Para Ignacio la forma de vida apostólica va ligada a la pobreza y la itinerancia misionera, con una movilidad ligada al celo apostólico y al deseo de contribuir al bien más universal. “El celo apostólico –añadió el Padre General – se articula de un modo integral: privilegian todos los ministerios de la Palabra, celebran los sacramentos, pero también practican una amplia y variada gama de obras de misericordia. Todos estos elementos van acompañados por el ideal de la unión de virtud y letras. Lo que requiere de los estudiantes, como bien ilustró el Padre Kolvenbach, la conjunción de pietas y eruditio”.
En esta línea de reforma del sacerdocio, Ignacio y sus compañeros no se encuentran solos, ya que Juan de Ávila, patrono de los sacerdotes, había comenzado un proyecto semejante y mantuvo una comunión muy estrecha de ideales con los primeros jesuitas. Ambos movimientos de reforma del clero, continuó Adolfo Nicolás, apuntaron en la dirección que el Concilio de Trento selló al establecer la necesidad de seminarios conciliares, donde los candidatos al sacerdocio fueran seleccionados, probados y formados en virtud, letras y celo apostólico. “Esta línea inaugurada ya por San Ignacio, de la formación del clero, ha continuado y continúa en la Compañía de muy variadas maneras. Esta historia no se podría escribir sin mencionar en un lugar destacado la Universidad Pontificia Comillas”, agregó.
“Por otra parte –concluyó el Padre General-, la presencia de los estudios teológicos en una universidad abre unas posibilidades que os animo a explorar, especialmente a través de equipos interdisciplinares de investigación, como ya se ha empezado a hacer en algunos campos, como, por ejemplo, en el de las migraciones”.
El Rector de Comillas, que había presentado y saludado al Superior General de la Compañía y al Presidente de la Comisión Episcopal del Clero y Obispo de Huelva, José Vilaplana, señaló que la universidad continúa “manteniendo con fidelidad nuestros compromisos fundacionales en nuestras facultades de Teología, Filosofía y Derecho Canónico. Y con legítimo orgullo o, si se prefiere, con la humildad que da la verdad, hoy podemos decir que nuestra Facultad de Teología es la segunda facultad de España en número de alumnos, y la más relevante por número de graduados en los distintos ciclos y por la cantidad y calidad de sus publicaciones. Contamos además con un colegio mayor que es casa de formación sacerdotal, en la que se forman candidatos al sacerdocio, o bien cursan su bienio de licenciatura especializada o doctorado en teología o cánones jóvenes sacerdotes provenientes de algunas diócesis españolas y, sobre todo, latinoamericanas, casi todos ellos becarios. Desde hace unos cuantos años estamos recibiendo también, cada vez con mayor amplitud, seminaristas, religiosos y sacerdotes provenientes de las iglesias de Asia y África”.
El Obispo de Huelva dijo, en su intervención, que el sacerdote es guía que señala a Dios en un mundo desorientado, servidor de comunión en un mundo disperso y testigo de misericordia en un mundo herido.
La conferencia inaugural del congreso, sobre la identidad del sacerdote en el Nuevo Testamento, la impartió el Cardenal Vanhoye, SJ, Rector emérito del Pontificio Instituto Bíblico, de Roma, y Secretario emérito de la Pontificia Comisión Bíblica. El sacerdote se presenta, en el Nuevo Testamento, como mediador entre el hombre y Dios, mientras que en el Antiguo Testamento el sacerdote era para el culto, es decir, para Dios. Esta definición se extrae de la Carta a los Hebreos, en la que se señala que los sacerdotes son mediadores de una nueva alianza, como servidores de la mediación de Cristo entre el hombre y Dios. A su vez, esta identidad viene definida por dos cualidades: ser misericordioso y ser digno de fe. Cualidades que han de ir juntas, como elemento fundamental de la mediación, como subrayó Vanhoye.