El predicador del Papa anima a ofrecer una "mirada evangélica" sobre la realidad "Cultivemos utopías sanas. Dios nos quiere capaces de soñar con un mundo diferente"
Los ejercicios de la Curia invitan a soplar las brasas de la esperanza frente "al presente de la infamia, la sangre y la indiferencia"
Es preciso “no perseguir resultados inmediatos que produzcan un beneficio político fácil, rápido y efímero”, sino acciones capaces de generar “nuevos dinamismos en la sociedad”
“Cultivemos utopías sanas. Dios nos quiere capaces de soñar como Él y con Él mientras caminamos muy atentos a la realidad. Sueño, fuego, llama. Soñar con un mundo diferente. Y si un sueño se apaga, volver a soñarlo de nuevo”. La Curia se va de ejercicios, se aleja de la ciudad y del ruido y, curiosamente, el predicador, el abad Bernardo Francesco Maria Gianni, recuerda al Papa y a sus 'ministros' la necesidad de ofrecer una “mirada evangélica” sobre las ciudades, para que se conviertan en “lugares ardientes de amor, de paz y de justicia”.
En la misma semana en que Francisco celebra el sexto aniversario de su elección al Pontificado, los ejercicios en la Casa del Divino Maestro de Aricca se hacen eco de Romano Guardini, Giorgio La Pira o Mario Luzi, para volver a soplar las brasas de la esperanza y de la confianza para el futuro de la Iglesia, frente “al presente de la infamia, la sangre y la indiferencia”.
Reavivar las brasas
“Estamos aquí para reavivar las brasas con nuestro aliento”. Así tituló su primera predicación el religioso. “Reavivar el fuego para contemplarlo con esperanza”, subrayó el olivetano. “Es lo que Mario Luzi nos hace cantar. La ciudad que fue el sueño de Giorgio La Pira, es una ciudad en la que reavivar el fuego, para que la humanidad vuelva a contemplarlo con renovada esperanza, reconociéndolo, como a menudo tratamos de decir, como un lugar por donde pasa el Señor, un lugar visitado por el Señor”.
El retiro de esta Cuaresma, añadió Gianni, ha de servir para reavivar el fuego de la fe, que “se ha vuelto menos ardiente a causa de la resignación, la costumbre y la tibieza”. “¿Cómo podemos eximirnos de la búsqueda apasionada de ese combustible necesario para mantener encendida, ardiente y en crecimiento la llama de la vocación que hemos recibido?”, se preguntó.
Nacer siendo viejo
Volviendo a Giorgio La Pira, el predicador subrayó que “un hombre puede nacer cuando es viejo”. Contra esta posibilidad, abogó por “redescubrir que nuestra interioridad tiene una sinfonía, tiene una polifonía en el espíritu mucho más rica y articulada que la que el tiempo mecánico de nuestros relojes nos parece sugerirnos”.
Por lo tanto, no debemos rendirnos “a las cenizas dentro y fuera de nosotros” – dijo el predicador – porque esta “segunda creación puede realizarse en todo hombre, a través de cada palabra, a través de cada acontecimiento”. Recordando al entonces cardenal Bergoglio, el predicador volvió a denunciar la “autorreferencialidad pecaminosa”, que puede impulsar a una “inquietud” que nos lleve a “reconocernos sólo como cenizas inertes, fruto de una combustión que ha hecho estallar las esperanzas y los sueños y especialmente – permítanme decirlo – de las nuevas generaciones”.
No hay resultados inmediatos
Por ello, es preciso “no perseguir resultados inmediatos que produzcan un beneficio político fácil, rápido y efímero”, sino acciones capaces de generar “nuevos dinamismos en la sociedad”, capaces de dar pleno desarrollo al ser humano.
Frente al “habito”, apuntalar “el momento de la decisión” la “fuerza del inicio”, la “fuerza de la novedad” que “nace del espíritu, del corazón”. Es la elección libre del hombre, que debería seguir el ejemplo de Cristo, en lugar de “escuchar a las personas desilusionadas e infelices”, a “quienes cínicamente recomiendan no cultivar esperanzas en la vida”, a “quien apaga todo entusiasmo al nacer diciendo que ninguna empresa vale el sacrificio de toda una vida”.
No escuchemos a los “viejos” de corazón que sofocan la euforia juvenil. Vayamos a los ancianos que tienen ojos brillantes de esperanza. En cambio, cultivemos utopías sanas. Dios nos quiere capaces de soñar como Él y con Él mientras caminamos muy atentos a la realidad. Sueño, fuego, llama. Soñar con un mundo diferente. Y si un sueño se apaga, volver a soñarlo de nuevo, tomando con esperanza el recuerdo de los orígenes, aquellas brasas que quizás después de una vida no tan buena, están escondidas bajo las cenizas de nuestro primer encuentro con Jesús.
Etiquetas