Se muestra cercano a las víctimas de las inundaciones del Estado mexicano de Hidalgo Francisco pide que los refugiados retenidos en diversos países "puedan retornar a su patria cuanto antes"

Refugiados retenidos
Refugiados retenidos

"El valor de una persona ya no depende del papel que desempeña, del éxito que tiene, del trabajo que hace, del dinero que tiene en el banco; no, la grandeza y el éxito, a los ojos de Dios, tienen otro rasero: se miden por el servicio"

"El valor de una persona se mide no por lo que se tiene, sino por lo que se da. ¿Quieres sobresalir? Sirve"

"Cuanto más servimos, más sentimos la presencia de Dios. Especialmente cuando servimos a los que no tienen nada que devolvernos, los pobres"Acogiendo a los que están en los márgenes, desatendidos, acogemos a Jesús, porque Él está ahí

"¿Dedico tiempo a algún 'pequeño', a una persona que no tiene medios para corresponder?"

Desde la cátedra de la ventana, el Papa Francisco glosa la célebre invitación al servicio del Evangelio: "Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos". El rasero con el que, desde Jesús, se mide a las personas es el servicio. Por eso, el que quiera sobresalir que sirva a todos, especialmente a los “pequeños”, a los que “no tienen medios para corresponder. Acogiendo a los pequeños, acogemos a Dios, explica, rotundo, el Papa.

En los saludos tras el ángelus, el Papa muestra su cercanía a las víctimas de las inundaciones del estado mexicano de Hidalgo, especialmente a los muertos en el hospital de Toluca. Y, por otra parte, denuncia la situación de los refugiados y emigrantes varados y retenidos en distintos países, para que "puedan retornar a su patria cuanto antes".

Servidor

Las palabras del Papa en la oración del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de la liturgia de hoy (Mc 9,30-37) nos cuenta que, de camino a Jerusalén, los discípulos de Jesús discutían sobre quién "era el más grande entre ellos" (v. 34). Entonces Jesús les habló de forma contundente, que también se aplica a nosotros hoy: "Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos" (v. 35).

Con esta frase lapidaria, el Señor inaugura una inversión: da un vuelco a los criterios que marcan lo que realmente cuenta. El valor de una persona ya no depende del papel que desempeña, del éxito que tiene, del trabajo que hace, del dinero que tiene en el banco; no, la grandeza y el éxito, a los ojos de Dios, tienen otro rasero: se miden por el servicio. No por lo que se tiene, sino por lo que se da. ¿Quieres sobresalir? Sirve. Este es el camino.

Hoy en día la palabra "servicio" parece un poco descolorida, desgastada por el uso. Pero en el Evangelio tiene un significado preciso y concreto. Servir no es una expresión de cortesía: es hacer como Jesús,que, resumiendo su vida en pocas palabras, dijo que había venido "no a ser servido, sino a servir" (Mc 10,45).

Por eso, si queremos seguir a Jesús, debemos recorrer el camino que El mismo ha trazado, el camino del servicio. Nuestra fidelidad al Señor depende de nuestra voluntad de servir. A menudo cuesta, "sabe a cruz". Pero a medida que crecemos en el cuidado y la disponibilidad hacia los demás, nos volvemos más libres por dentro, más parecidos a Jesús.

Cuanto más servimos, más sentimos la presencia de Dios. Especialmente cuando servimos a los que no tienen nada que devolvernos, los pobres, abrazando sus dificultades y necesidades con tierna compasión: ahí descubrimos que a su vez somos amados y abrazados por Dios.

Precisamente para ilustrarlo, Jesús después de haber hablado de la primacía del servicio, hace un gesto. Los gestos de Jesús son más fuertes que sus palabras. Toma un niño y lo coloca en medio de los discípulos, en el centro, en el lugar más importante (cf. v. 36). El niño, en el Evangelio no simboliza tanto la inocencia como la pequeñez. Porque los pequeños, como los niños, dependen de los demás, de los adultos, necesitan recibir.

Jesús abraza a ese niño y dice que quien recibe a un pequeño lo recibe a Él (cf. v. 37). Esto es, en primer lugar, a quién servir: a los que necesitan recibir y no tienen nada que dar. Acogiendo a los que están en los márgenes, desatendidos, acogemos a Jesús, porque Él está ahí. Y en un pequeño, en un pobre al que servimos, también nosotros recibimos el tierno abrazo de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, interpelados por el Evangelio, preguntémonos: yo, que sigo a Jesús, ¿me intereso por los más abandonados? ¿O, como los discípulos aquel día, busco la gratificación personal? ¿Entiendo la vida como una competición para abrirme un hueco a costa de los demás, o creo que sobresalir es servir? Y, concretamente: ¿dedico tiempo a algún "pequeño", a una persona que no tiene medios para corresponder? ¿Me ocupo de alguien que no puede devolverme el favor, o sólo de mis familiares y amigos?

Que la Virgen María, humilde sierva del Señor, nos ayude a comprender que servir no nos disminuye, sino que nos hace crecer. Y que hay más alegría en dar que en recibir (cf. Hechos 20:35).

Saludos después del ángelus

“Me siento cercano a las víctimas de las inundaciones del Estado de Hidalgo (México), especialmente a los enfermos muertos en el hospital de Tula y a sus familiares.

Deseo asegurar mi oración por las personas que son injustamente retenidas en países extranjeros. Hay varios casos, con causas diversas y, a veces, complejas. Deseo que, en el oneroso cumplimiento de la justicia, estas personas puedan retornar a su patria cuanto antes”

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