El Pontífice emérito y Francisco mantienen una constante relación, pese a los resistentes "Sólo hay un Papa, Francisco": Benedicto XVI cumple 91 años
(Jesús Bastante).- Pasa sus días en el interior del Vaticano, en el monasterio 'Mater Ecclesiae', rezando, leyendo y "en peregrinación hacia la Casa del Padre", tal y como él mismo escribía a los lectores de Corriere della Sera. Benedicto XVI cumple hoy 91 años, en pleno declive físico, y entre continuos intentos por parte de los sectores más conservadores de enfrentar la figura del Papa emérito con la de Francisco.
"Sólo hay un Papa", señalaba Ratzinger hace dos años, cansado de que cardenales como Burke o el fallecido Caffara intentaran utilizar la imagen del pontífice emérito para intentar justificar su oposición a 'Amoris Laetitia'. Ratzinger quiso dejar claro que no deben contar con él para la tarea de oposición al único Papa legítimo.
Ajenos a la polémica, Francisco y Benedicto, Bergoglio y Ratzinger, mantienen una asidua relación. El Papa lo definía hacía pocas fechas así: "Es como tener en casa al abuelo", a quien pedir consejo, con quien conversar y a quien escuchar. Pero sólo hay un Papa. A lo largo de estos cinco años, desde que Ratzinger dimitió y Francisco fue elegido, el Papa y el Pontífice emérito se han visto en multitud de ocasiones.
Las públicas, más de una veintena, entre encuentros con motivo de la Navidad, la Pascua o el cumpleaños del Papa emérito, los consistorios de cardenales o grandes actos como la convocatoria del Sínodo, la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II o el Año de la Misericordia.
En privado, son muchas las ocasiones en las que Francisco acude a Benedicto, ya sea telefónicamente, o a través de correspondencias, el contacto es constante. El secretario personal de Ratzinger, Georg Ganswein, a la vez secretario de la Casa Pontificia, ejerce de puente entre ambos, no sin polémicas, pues algunas fuentes apuntan a que el arzobispo alemán no ha sabido controlar algunas visitas que han querido instrumentalizar al Papa emérito por los que, en la práctica, consideran que Bergoglio es un pontífice ilegítimo y que el único sucesor de Pedro válido es Ratzinger. Y lo será hasta que muera, pues estos sectores no aceptan la renuncia papal.
El 'error Viganò'
El último episodio, sin embargo, ha venido fruto de la mala gestión de una carta de Benedicto XVI, que ha acabado con la dimisión de Dario Viganò como prefecto de Comunicación del Vaticano. Viganò tardó una semana en reconocer el error de haber manipulado una carta privada de Ratzinger, en la que el Papa emérito salía al paso del "prejuicio tonto de quienes consideran al Papa Francisco un hombre práctico sin especial formación teológica o filosófica".
Benedicto XVI añadía un elemento muy importante: "los once pequeños volúmenes demuestran que el Papa Francisco es un hombre de profunda formación filosófica y teológica; y ayudan, por tanto, a ver la continuidad interior entre los dos pontificados al margen de las diferencias de estilo y temperamento". Sin embargo, la publicación de la carta omitió los párrafos en los que Ratziner se negaba a escribir el prólogo de los mismos, por falta de tiempo, a la vez que lamentaba que entre los autores figurase Peter Hünermann, quien según el papa alemán promovió "iniciativas antipapales" como la Declaración de Bolonia y "atacó de modo virulento la autoridad magisterial del Papa (Juan Pablo II), sobre todo en cuestiones de teología moral".
Sea como fuere, lo cierto es que la relación entre ambos pontífices roza lo fraternal, y que cualquier enfrentamiento entre Ratzinger y Bergoglio resulta radicalmente falso, pues Benedicto XVI prometió a Francisco "total obediencia" antes de que el nuevo Papa se asomase al balcón de la basílica de San Pedro, el 13 marzo de 2013.
Así lo aseguró recientemente Alfred Xuereb, testigo de una conversación telefónica para la historia. Desde entones, Ratzinger ha cumplido escrupulosamente su promesa. Hoy, día de su 91 cumpleaños, Francisco volverá a llamarle. Ambos han demostrado que, a diferencia de otros momentos de la historia de la Iglesia, la cohabitación es más que posible. Pese a los amantes de los cismas y los 'papas herejes'.