La abadía se viste de gala en el primero de los actos para conmemorar sus mil años El Milenario de Montserrat despierta pasiones en un primer evento con sabor interdiocesano
La plaza de Santa María de Montserrat vivía una tarde atípica este pasado sábado: se cortaba el paso a turistas y feligreses que, sin esperárselo, no podían acceder al monasterio con motivo del arranque de su Milenario
Llegaban, algunos más aplaudidos que otros, desde expresidentes de la Generalidad de Cataluña como Quim Torra, Artur Mas, José Montilla o Jordi Pujol, hasta todos los obispos catalanes, que lucían sotana negra excepto el de Girona, fray Octavi Vilà, vestido con hábito cisterciens
El 'día de acción de gracias', como invitaba a considerarlo la abadesa de Sant Benet, María del Mar Albajar, acababa siendo una primera cata de esta fiesta interdiocesana
El 'día de acción de gracias', como invitaba a considerarlo la abadesa de Sant Benet, María del Mar Albajar, acababa siendo una primera cata de esta fiesta interdiocesana
| Xavier Pete
(FLAMA).- La plaza de Santa María de Montserrat vivía una tarde atípica este pasado sábado: se cortaba el paso a turistas y feligreses que, sin esperárselo, no podían acceder al monasterio con motivo del arranque de su Milenario. "Es la casa de Dios y cabemos todos", decía una mujer que había ido para orar ante la Moreneta, mientras numerosos guías debían detener la explicación a sus oyentes extranjeros y consultar el motivo de tal medida a los agentes de seguridad presentes en la zona.
La situación, así, pasaba a ser la de unos accesos convertidos en una pasarela por la que llegaban, algunos más aplaudidos que otros, desde expresidentes de la Generalidad de Cataluña como Quim Torra, Artur Mas, José Montilla o Jordi Pujol, hasta todos los obispos catalanes, que lucían sotana negra excepto el de Girona, fray Octavi Vilà, vestido con hábito cisterciense.
Allí se encontraba Margarita Vázquez, una mujer que salió hace pocos días de Perú para reencontrarse, después de años sin hacerlo, con sus dos hijos, en Barcelona desde hace algunos años: “Veníamos a Montserrat por primera vez a ver a la Virgen María y, a pesar de no haberlo hecho, poder coincidir con todo este acto ceremonioso nos está demostrando que aquí se cuida mucho su veneración“, señalaba la peruana.
"El Milenario será un evento que, seguramente, tendrá un eco y una importancia más allá de las fronteras de Cataluña", apuntaba uno de los primeros que llegaba, Carles Armengol, el cual, "con toda probabilidad", como reconocía después, el próximo 10 de septiembre dejará de ocupar el cargo de director general de Asuntos Religiosos de la Generalitat, que ostenta desde 2022, a raíz de la nueva composición del gobierno catalán. Una importancia, además, íntimamente vivida en todos los territorios diocesanos de Cataluña.
“En Lleida, tenemos una cofradía de la Virgen de Montserrat antigua y es muy interesante estar aquí acompañando a toda la comunidad montserratina”, ponía de relieve su obispo, Salvador Giménez. Mientras otro obispo, fray Octavi Vila, se refería también a la que existe en sus tierras —de creación más reciente—, así como al “gozo” que sentía al formar parte de una celebración en torno a un monasterio que es, en la actualidad, "una referencia para todas las iglesias que hacen camino en Cataluña", continuaba Vilà.
Desde parroquianos que lucían, atados al cuello, pañuelos de sus comunidades eclesiales hasta trabajadores de los hoteles de la abadía que, a pie de calle, contemplaban la animada situación, los entornos de la basílica se llenaban de una emoción unánime por Montserrat; "una emoción que todos tenemos, vengamos de donde vengamos", como después definía el presidente catalán, Salvador Illa, desde el presbiterio del monasterio, lleno hasta los topes.
El “día de acción de gracias”, como invitaba a considerarlo la abadesa de Sant Benet, María del Mar Albajar, acababa siendo una primera cata de esta fiesta interdiocesana —en torno a la Moreneta, que es la madre de todos y todas”, añadía el obispo de Tortosa, Sergi Gordo— que va a durar quince meses, pero que, en este comienzo, gozaba de un público de categoría.
Un público como Nati Fatjó, vecina de Cerdanyola del Vallès que, con 99 años, observaba emocionada la imagen de la Virgen de Montserrat en el cielo de la abadía, creada con drones luminosos controlados desde el suelo. "No creo que vuelva a ver nunca más un espectáculo tan bonito", admitía, aunque, después del éxito, no habrá que esperar mil años para repetirlo.
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