Preocupación por la situación en el conurbano bonaerense La Iglesia pide al presidente de Argentina un gran acuerdo para afrontar la pospandemia
Alberto Fernández ha confesado que, si bien es católico, no es practicante. Y que, incluso, llegó a tener una visión crítica de la Iglesia porque no tenía realmente preocupación por los pobres. Pero que con la elección de Jorge Bergoglio como Papa y su especial atención por la situación de los más necesitados –junto con su actitud comprensiva hacia los divorciados y los gay- se reconcilió con ella
Desde la crisis de 2001, cuando la Iglesia tendió una Mesa de Diálogo, los obispos vienen reclamando la definición de políticas de Estado
| Sergio Rubin
(Valores religiosos).- Desde que la crisis sanitaria por el coronavirus comenzó a golpear las puertas de Argentina el presidente Alberto Fernández no dejó de citar conceptos del Papa Francisco ante la emergencia, recibió la cúpula de la Iglesia y una delegación de los curas villeros para escuchar sus pareceres sobre la asistencia espiritual y social durante la cuarentena. También, líderes de una mega iniciativa solidaria para distribuir cajas con alimentos y artículos de limpieza en los asentamientos en la zona metropolitana.
Con la delegación de curas villeros –que se desempeñan en las barriadas de la ciudad de Buenos Aires y el conurbano– llegó a grabar un vídeo llamando a observar las restricciones y tomar las medidas de prevención. Con los líderes de diversos cultos terminó la reunión con una invocación a Dios que lo emocionó, ya que, según testigos, no pudo contener las lágrimas. Todo ello evidencia una sensibilidad humana y religiosa del presidente valorada por los clérigos.
En los últimos días, durante una de las tantas entrevistas que concedió, Fernández recordó que, si bien es católico, no es practicante. Y que, incluso, llegó a tener una visión crítica de la Iglesia porque no tenía realmente preocupación por los pobres. Pero que con la elección de Jorge Bergoglio como Papa y su especial atención por la situación de los más necesitados –junto con su actitud comprensiva hacia los divorciados y los gay- se reconcilió con ella.
Sin embargo, en la Iglesia creen que Fernández no asume en los hechos un anhelo de Francisco y de los obispos: formular una gran convocatoria multisectorial para enfrentar los desafíos de los pospandemia. El propio Papa -recuerdan- acaba de conformar una comisión en El Vaticano para generar propuestas para la comunidad internacional que ayuda a paliar la difícil situación económica y social que las restricciones sanitarias están provocando.
El sacerdote jesuita Rodrigo Zarazaga –que lidera una campaña solidaria interreligiosa para repartir un millón de cajas con alimentos y artículos de limpieza en las villas- resume el sentir eclesiástico.“Estamos ante una gran oportunidad de un gran acuerdo. No es que vayan a desaparecer los intereses e ideas de cada uno. Es propio de la política y hasta bueno que sea así. Pero debemos lograr un consenso mínimo sobre la Argentina que queremos ”.
El deseo de acordar una estrategia tiene como accionar la enorme preocupación de los obispos del gran Buenos Aires por la situación en las villas. El obispo de Quilmes y presidente de Cáritas, Carlos Tissera, dijo esta semana que si bien su institución afectada la ayuda alimentaria en todo el país en un 50%, está sobrepasada por la demanda. Puso como ejemplo su populosa diócesis, donde -señaló- el 40% de la población vive de las changas.
En verdad, este anhelo es anterior a la pandemia. Desde la crisis de 2001, cuando la Iglesia tendió una Mesa de Diálogo, los obispos vienen reclamando la definición de políticas de Estado. Mauricio Macri dijo en la campaña que pensaba hacerlo, pero no cumplió. Alberto Fernández también e igualmente no lo concretó. Y ahora tampoco se muestra interesado en hacerlo, pese a los efectos de la cuarentena.
Es curiosa la renuencia presidencial porque Fernández suele repetir una frase que Francisco pronunció durante su rezo en soledad en la Plaza de San Pedro por el fin de la tragedia que provoca el coronavirus: "Nadie se salva solo". Se trata de una frase que no remite problemas al respeto a las normas sanitarias, sino a las iniciativas multidisciplinarias conjuntas entre los países y dentro de los países.
En cambio, afirman en la Iglesia que el presidente tuvo la desafortunada idea de proponerle a Enrique Palmeyro, copresidente de la Fundación Pontificia Scholas Occurrentes, la secretaría de Articulación de Política Social del ministerio de Desarrollo Social, carga que dejó vacante Gonzalo Calvo tras renunciar por el escándalo de la compra de alimentos a un precio superior al mercado.
Previsiblemente, Palmeyro rechazó el ofrecimiento a pesar de tener una vasta capacitación y experiencia en la materia –egresado de la Escuela de Administración de Francia y ocupó varios cargos en el Estado- por considerar que es incompatible con su tarea en Scholas. Dicen que su negativa disgustó a Alberto Fernández, que no esperaba un "desaire". Acaso el Presidente -razonan en la Iglesia- pensó que Palmeyro podría ser una garantía de transparencia. Pero no tuvo en cuenta no solo la función de su elección en la Iglesia, sino que esto implicaba implicación, aunque sea de manera muy indirecta, al Papa en las cuestiones del Estado argentino y en un quehacer tan delicado como las compras de productos.