Una herida abierta desde mediados del siglo XIX, cuando la por entonces cada vez más europeizada Canadá buscaba homogeneizar la incipiente sociedad que se desarrollaba desde el Atlántico al Pacífico. Una herida que fue provocada, en muchas ocasiones, por institutos cristianos en los que hubo abusos de todo tipo y condiciones deplorables de vida para los niños de los pueblos indígenas que eran obligados a anotarse en este tipo de centros. Una “conversión” forzada hacia una teórica occidentalización de sus costumbres. Una idea de sociedad más basada en la esfera que en el poliedro por el que tanto pregona Francisco. Y por eso el Papa responderá con su cuerpo, a los 85 años, operado en 2021 del colon y arrastrando los multiconocidos problemas en su rodilla derecha, a la exigencia que hizo en 2015 la comisión para la reconciliación y la verdad para que el titular de la Iglesia Católica se apersone en el país norteamericano a pedir disculpas a las víctimas.

"Pido perdón a Dios" y "me uno a mis hermanos obispos canadienses para ofrecer disculpas", les dijo el Papa argentino a representantes de los tres pueblos que lo visitaron en Roma a inicios de abril en lo que fue un anticipo del pedido de disculpas y fuerte autocrítica que se espera que haga al visitar el país norteamericano entre el 24 y el 29 de julio.

El sistema de internados para niños y niñas de los pueblos Inuit, Métis y First Nations entre otros estuvo oficialmente vigente en Canadá desde 1883, cuando se dispuso la creación del sistema de escuelas que buscaba asimilar a los habitantes aborígenes a los usos y costumbres de la sociedad cada vez más europeizada que crecía en Canadá, aunque hay registros de establecimientos en funcionamiento ya desde 1831. A partir de 1920, la asistencia de los indígenas de 7 a 16 años se hizo obligatoria.

Desde su instauración, buena parte de los 139 internados por los que pasaron unos 150.000 estuvieron en manos de instituciones cristianas. Unos 50 de esos centros, según estimaciones, estaban manejados por congregaciones de la Iglesia.

Así, la visita de Jorge Bergoglio, durante la que el pontífice recorrerá 19.246 kilómetros para visitar las ciudades de Edmonton, Quebec e Iqaluit, había sido uno de los 94 puntos que, en 2015, reclamó la Comisión para la Verdad y la Reconciliación que, con participación indígena y de sobrevivientes, instituyó el Gobierno canadiense para documentar la historia de sufrimientos en los internados cristianos.

"Hacemos un llamado al Papa para que emita una disculpa a los sobrevivientes, sus familias y comunidades sobre el papel de la iglesia católica romana en el abuso espiritual, cultural, emocional, físico y sexual de los niños First Nations, Inuit y Métis en escuelas residenciales dirigidas por católicos", había reclamado el punto 58 del escrito, con la exigencia de que la disculpa sea "hecha por el Papa en Canadá".

Los First Nations, o "Primeras Naciones", representan a los grupos, o "bandas", que estaban presentes en el territorio antes de la llegada de los europeos y en la actualidad agrupa a unos 634 grupos que manejan 50 lenguas.

En 2016, un censo realizado por los pueblos indígenas cifró su población total en 977.230 personas en todo el país, principalmente en el Oeste.

Otro de los grupos principales son los Métis ("mestizos"), nacidos del encuentro entre los indígenas y la primera oleada de inmigración europea, que hace seis años atrás alcanzó las 587.545 personas.

El tercer pueblo, los Inuit, corresponde a los habitantes de la parte nórdica del país, casi en el Círculo Polar, al punto que muchos de sus 65.025 habitantes se reconocen también como esquimales.

En ese marco, apenas confirmado el viaje de fin de mes y tras el pedido de perdón de inicios de abril, el premier canadiense Justin Trudeau planteó que "la visita de Su Santidad no sería posible sin la valentía y la determinación de los sobrevivientes, los líderes indígenas y los jóvenes que compartieron sus historias". A esas víctimas y sobrevivientes ya les habló el Papa en el Vaticano y, en un gesto sin precedentes, volverá a hacerlo en sus territorios, a más de 8.400 kilómetros de Roma, para mostrar que como dijo esta semana, la “tolerancia cero”contra los abusos se ha vuelto “irreversible”.

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