La insumisión cristiana a la propaganda de guerra desde un cristianismo no violento
| José Antonio Vázquez Mosquera
Las guerras modernas no son algo natural e inevitable, son fruto de una planificación y una estrategia social muy calculada, a la que se dedican recursos y personas, buscando lograr mediante la guerra unos intereses para algún bloque o grupo dominante, movidos por una mentalidad utilitarista e inhumana al margen de toda ética. Así se deduce de las investigaciones que el investigador social de la Universidad de Stanford, Philip Zimbardo, plasmó en en su libro: “El efecto Lucifer. El porqué de la maldad” (Paidós, 2012).
Ahora bien, los grandes beneficiados y promotores de las guerras no suelen participar directamente en los enfrentamientos, sino que promueven toda una propaganda más o menos sutil para lograr intoxicar la imaginación de la gente, de modo que se sientan indignados y con miedo y tiendan a dar respuestas emocionales poco reflexionadas, que los lleve a arriesgar su vida o a apoyar el belicismo, poniéndose al servicio de los intereses de esos que manipulan la conciencia de la población, creyendo estar defendiendo valores éticos al apoyar la guerra.
En estos tiempos, en Occidente se ha reavivado la propaganda belicista con ocasión de las monstruosidades que la invasión rusa está realizando en Ucrania. Esta propaganda tiende a pretender explicar todo lo que ocurre por la mentalidad malvada de un tirano autoritario, como sin duda lo es Putin, pero no promueve un análisis en profundidad de las causas que nos han llevado hasta aquí para dar una respuesta simplista y justificar así un discurso belicista implícito o explícito.
Como dice Thomas Merton, elque se den guerras en la modernidad parece explicarse por la progresiva minusvaloración de la importancia de la ética en la política, la sustitución por una mentalidad pragmática, individualista y egoísta del “cada uno que busque su propio interés” y la pérdida de fuerza de los valores cristianos que han construido occidente, como el pacifismo de los orígenes del cristianismo.
Perdida esta mentalidad pacifista en las propias democracias, el uso de la guerra se ha convertido en algo habitual. La propaganda belicista de Occidente tiende a olvidarse de las propias acciones bélicas y los crímenes de guerra que Occidente ha cometido. La OTAN y USA han realizado numerosas guerras ilegales y han cometido crímenes de guerra, como en Vietman, Libia, Irak, Siria, Serbia… Por poner un ejemplo, la OTAN bombardeó durante 79 días Serbia, de modo ilegal, con muertes de muchos civiles, verdaderos crímenes de guerra, que fueron llamados “daños ocasionales”, contando con el apoyo de los principales países europeos y nunca ha habido sanciones al respecto. El mismo modo de proceder podemos encontrar en Irak y la misma impunidad. Y podríamos seguir…
La propaganda belicista de los otros bloques tiende a justificar u olvidar también sus propios crímenes de guerra. Rusia, por ejemplo, que tanto se queja de la OTAN, ha provocado guerras ilegales y criminales en Chechenia, Georgia o Siria, sin que haya producido demasiadas reacciones ni se hayan dado sanciones importantes, hasta que ha realizado su ilegal acción contra Ucrania, que llevaba ya desde el 2014 en guerra civil, sin que Occidente haya intervenido de modo contundente y sin que los medios de comunicación de Occidente le hayan prestado atención hasta ahora.
Sobre las actuales guerras de África, apoyadas por potencias extranjeras occidentales y no occidentales, somos tenidos en total ignorancia por los medios de comunicación de acá. Respecto de la actual, olvidada y criminal guerra del Yemen por parte de Arabia Saudí, solo cabe tomar conciencia que Occidente apoya y se lucra de los crímenes de esa guerra y entre otros países España (que vende armas y construye barcos de guerra para Arabia).
Las guerras son muy lucrativas para las diversas oligarquías de cada bloque, el capitalismo oligárquico que sostiene a Putin apoya las diversas acciones de invasión que él promueve. El llamado complejo militar- industrial de los Estado Unidos es un poderoso lobby oligárquico que influencia la política de los Estados Unidos, el mayor productor de armas. Evidentemente en Occidente se gozan todavía de ciertos controles y libertades, que en regímenes como China o Rusia no existen, pero en la práctica estos poderes belicistas tienen el control de los grandes medios de comunicación y quien da una visión diferente sufre la exclusión de esos medios de comunicación o se organizan campañas de desprestigio, a veces desde el propio estado (recordemos aquí en España la llamada policía patriótica organizada por el estado para desprestigiar y difamar a los adversarios ideológicos o las revelaciones de Wikileaks que muestran, entre otras, las acciones de espionaje a políticos y a la población en general y campañas de desinformación y ciberataques realizados por los Estados Unidos buscando manipular a la opinión pública).
En medio de este panorama, el punto de vista noviolento o pacifista no pocas veces es también objeto de manipulación.
No todo discurso supuestamente pacifista nace realmente de posturas no violentas. Normalmente el pacifismo que defienden televisiones y partidos políticos mayoritarios de cada bloque, es un pacifismo solo sensible a una parte, es decir, que denuncia y se indigna de las atrocidades realizadas por el bloque que considera antagonista y tiende a justificar o minusvalorar las atrocidades del propio bloque al que se pertenece. Se siguen justificando las guerras modernas y se promueve el rearme, con la excusa incierta de su poder disuasorio. No es extraño escuchar en televisiones que dicen defender la paz que hay que rearmarse o que hay que mandar más armas a los países en guerra.
Hay incluso un pacifismo que es usado por los gobiernos que quieren influir en otros países para promover acciones noviolentas pero que buscan lograr dar golpes de estado “blandos” para cambiar el poder y lograr constituir gobiernos favorables a los intereses de esas potencias. Este tipo de pacifismo o falso pacifismo es la inversión de la noviolencia en realidad.
Para que surja una verdadera conciencia noviolenta cristiana es necesario recuperar la ética y la perspectiva cristiana sobre este tema.
Las primeras comunidades cristianas fueron claramente pacifistas y noviolentas. La paz era entendida como el don por excelencia de Cristo, una muestra del nuevo hombre y de la nueva vida que Cristo nos trae. La guerra y los conflictos son frutos del hombre viejo. La verdadera paz es un don del Espíritu y por ello, el cristiano lucha a favor de la paz. Orígenes, Tertuliano, o Clemente de Alejandría, Cipriano, etc… rechazan el servicio militar y que el cristiano pueda apoyar matar a otro en la guerra. No era simplemente por el culto al emperador que tenían los soldados en Roma, es por razones éticas. Así aunque había cristianos en el ejército, se negaban a ejercer la violencia. Por ejemplo, San Martin de Tours que era soldado se negará a matar a nadie.
Con San Agustín se elabora la doctrina de la guerra justa, de la que se han valido los belicistas modernos para justificar las modernas guerras. San Agustín lo que hace es regular de un modo ético la legítima defensa, dado que los conflictos se producen para dar una serie de requisitos éticos y evitar una violencia mayor, requisitos que difícilmente ninguna guerra moderna puede realmente cumplir. Por lo que en la práctica hoy el cristianismo debería rechazar toda guerra.
El actual catecismo de la iglesia católica sintetiza así su reflexión sobre la guerra y sus causas:
El el artículo 2317 señala la causa de las guerras: “Las injusticias, las desigualdades excesivas de orden económico o social, la envidia, la desconfianza y el orgullo, que existen entre los hombres y las naciones, amenazan sin cesar la paz y causan las guerras”.
En el artículo 2315 se señala: “La carrera de armamentos no asegura la paz. En lugar de eliminar las causas de guerra, corre el riesgo de agravarlas”. De ahí que el Papa Francisco haya considerado una locura el aumento del presupuesto militar en Europa.
En el artículo 2316 se dice: “La producción y el comercio de armas atañen hondamente al bien común de las naciones y de la comunidad internacional. Por tanto, las autoridades tienen el derecho y el deber de regularlas. La búsqueda de intereses privados o colectivos a corto plazo no legitima empresas que fomentan violencias y conflictos entre las naciones, y que comprometen el orden jurídico internacional”. Hoy en día los máximos beneficiarios del comercio de armas son: Estados Unidos, Rusia, Francia, Alemania y China. Cuatro de ellos miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, que debe velar paradójicamente por la paz. Desde un punto de vista cristiano o laico es difícilmente moral el lucrarse de la violencia de las guerras.
En el artículo 2039 se señalan las condiciones para hablar de una guerra justa:
- - Que el daño causado por el agresor a la nación o a la comunidad de las naciones sea duradero, grave y cierto.
- - Que todos los demás medios para poner fin a la agresión hayan resultado impracticables o ineficaces.
- - Que se reúnan las condiciones serias de éxito.
- - Que el empleo de las armas no entrañe males y desórdenes más graves que el mal que se pretende eliminar. El poder de los medios modernos de destrucción obliga a una prudencia extrema en la apreciación de esta condición.
Las guerras modernas difícilmente pueden cumplir estas condiciones por el poder destructivo e incontrolado de sus armas y por los medios internacionales que hoy existen para evitar llegar a estos conflictos.
Hoy, por lo tanto, la alternativa cristiana a las guerras debe ser la noviolencia real, este es uno de los signos de los tiempos del modo de vivir el cristianismo, la espiritualidad y el monacato actual. Figuras como Thomas Merton, Dorothy Day o Thích Nhất Hạnh o Dalai Lama, están convencidos de esto.
En el contexto bélico en el que estamos, inundados de mensajes belicistas, donde parece que toda respuesta a la violencia es las armas y los gastos militares, quizá sea un buen momento para cuestionar ciertas formas de celebrar nuestros misterios de Semana Santa y nuestras procesiones que, en ocasiones, se rodean incluso en su representación de un ambiente militar, bélico y triunfalista, que romantiza el sufrimiento. Es un reto de nuestro momento el mantener lo bello y valioso de nuestros modos de celebrar y, a la vez, corregir lo que se aleja del espíritu cristiano de humildad, solidaridad, no violencia, de modo que las ceremonias inunden a los fieles de la experiencia cristiana de humanización plena y de denuncia, desde Dios, de la exclusión y de la opresión y violencia que los poderes religiosos y políticos autoritarios practican y promueven. Es difícil que desfiles que en los que se exhiben armas sean un signo de los valores cristianos. La belleza no ha de anular la memoria subversiva que es el cristianismo original.
La noviolencia cristiana nace de una opción por la dignidad de todo ser humano, sacramento de Cristo desde su encarnación. El movimiento noviolento no nace de estar totalmente convencido de que la postura de mi bando tiene toda la verdad y la razón de su parte, ni busca mostrar al otro nuestra buena conciencia y lo buenos que somos ni de que consideremos que el derecho está exclusivamente de nuestra parte, por eso, no busca humillar al adversario ni lo demoniza.
Parte de la responsabilidad de todos en la pérdida de la paz y la necesidad de todos de encontrar la verdad, que no pertenece a un único bando y se encuentra mediante el diálogo, si bien, las responsabilidades en ocasiones son mayores en unos que en otros. No busca defender los intereses particulares de mi grupo, sino de todo ser humano, busca que todos nos humanicemos y paremos los sufrimientos infringidos desde nuestra deshumanización. Busca ser ético y moral, no conseguir imponer mis puntos de vista, culpabilizando a los otros.
Nada tiene que ver con la acción noviolenta, por ejemplo, el acoger a unos refugiados y excluir a otros, a la vez, es por ello, importante hacer una profunda reflexión en Europa sobre la actuación que se tuvo con los refugiados sirios y con los que huyen actualmente de las guerras en África, que no reciben prácticamente apoyo, como si fueran personas de segunda y sus conflictos no tuvieran importancia. Es un ejemplo bastante patente de lo que es un falso pacifismo.
La noviolencia cristiana no es una técnica para conseguir nuestros objetivos sin ensuciarnos las manos o para considerarnos mejor que los demás y denunciarlos como peores que nosotros, que somos los que tenemos la razón y la justicia.
Sin una fundamentación espiritual profunda difícilmente será otra cosa que una acción agresiva pasiva o algo meramente teatral.
La noviolencia cristiana no puede ser un modo de culpabilizar a los demás para conseguir una autoimagen de justo y ético, es una acción fruto de la conciencia de la responsabilidad de todos, también la mía y de la de mis grupos, a los que apoyo, en la violencia y en el sufrimiento del mundo.
Y a la vez una apuesta por el amor, por todo ser humano y su capacidad de apertura y diálogo. La noviolencia cristiana no es un modo de defender los intereses particulares de mi grupo, sino un modo de defender a todo ser humano, de humanizarnos todos, agresores y agredidos, los que piensan como yo y los que piensan diferente.
La violencia cristiana se niega a reducir al otro a alguien deshumanizado, es una invitación a humanizarse todos. Es fruto de la conciencia del poder del amor expresado en los pequeños, que se atreve a exponerse al mal y a la agresividad, pero no de un modo aventurerista ni mesiánico, sino humilde y prudente.
El primer paso, para ser un constructor de la paz, es , como decía Gandhi: ser el cambio que quieres ver.
Necesitamos vivir prácticas noviolentas en la vida cotidiana, comenzar por nosotros mismos, hay que cambiar el modelo cultural y empezar por nuestro modo de vivir; para ello Moises Mato propone:
1) Ayuno: Ayuda a discernir y clarificar la conciencia o cuando hay violencia interior o dentro del grupo. Da lucidez.
2)Silencio: Su función es llevarnos al interior y a un menor ruido mental; menos ego; supone estar atentos.
3)Perdón: Es un regalo que recibimos o damos, no es obligatorio. No es renunciar a mis derechos. No se hace desde la superioridad sino reconociendo mi herida y renunciando a la venganza.
4)Alegría paradójica: Alegrarme del bien de todos, también del adversario.
5)Ser capaz de sufrir con los demás: No es buscarlo, es una disposición a ello si es necesario.
Y Thomas Merton nos habla de algunas exigencias actuales para concretar nuestra acción no violenta:
1- Buscar el cambio del mundo, tiene que tener una dimensión política sin estar tan politizada que sea una mera técnica al servicio de los intereses de un partido, ni tan alejada de la política que no sea eficaz.
2- Buscar la liberación de los pobres y oprimidos, en especial, quienes viven en situación de privilegio.
3- Denunciar la promoción de la violencia por parte de los propios cristianos y a la vez ayudar a encontrar lugares de unión. Saber que el noviolento encotrará rechazo en sectores eclesiales comprometidos con visiones que justifican la violencia por razones de justicia o legítima defensa.
4- Modestia en la protesta: Hay que evitar la ambigüedad como la afirmación radical y extremista de las propias razones, o testimonios que buscan humillar al otro, en vez de moverlo al diálogo.
5- Evitar la eficacia rápida y el utilitarismo a costa de excluir a los otros en la consecución de resultados.
6- No usar medios deshonestos, violentos, inhumanos…
7- Promover el diálogo dialogal siempre, diálogo al que vamos a aprender del otro no a lograr convencer. Jean Goss nos enseña modos de diálogo no violento:
- Ver la verdad del otro.
- Ver mi propia mentira
- Ver la mentira del otro
- Exponer mi verdad.
8- Fundamentarse siempre en la esperanza: Creer en las posibilidades sanas siempre posibles, en el amor y en la Gracia que están en lo profundo de la historia, a la vez que necesitan de nuestro actuar. Recordando las palabras de Cristo: No tengáis miedo pequeño rebaño, vuestro Padre ha querido daros el reino (Lucas 12, 32).