David López Royo ¿Es posible cambiar el rumbo?

Laberinto de Villapresente
Laberinto de Villapresente

"El rumbo del mundo está reclamando un cambio. Las empresas tienen que preguntarse qué hacer, aportando todo que esté en su mano, para lograr cambiar los parámetros actuales de los sistemas productivos y de las relaciones comerciales"

"La Cátedra Acción por el Bien Común de la Universidad Nebrija y de la Fundación Chávarri celebrará el día 25 de septiembre un desayuno de reflexión y trabajo en Valencia"

Estamos en una situación crítica porque es preciso que nuestro mundo pueda avanzar hacia un desarrollo sostenible y coherente.

Hoy, la sociedad, cada vez con más fuerza, reclama un proyecto que salvaguarde a nuestro mundo de un proceso de autodestrucción. Los motivos por lo que esto está ocurriendo son de diversa índole.

Quisiera centrarme, y lo hago insistentemente en mis reflexiones, en la importancia que tiene la economía para que el rumbo pueda cambiar. Está interrelacionada con los agentes sociales, puede ser un bálsamo en un mundo convulso por conflictos armados que no ayudan en absoluto a construir un mundo más digno.

La economía tiene que mirar a la generación del Bien Común y, por tanto, al objetivo de fomentar la riqueza social.

Desde la Cátedra conjunta entre la Fundación Chávarri por el Bien Común y la Universidad Nebrija se pretende introducir la levadura que ayude a fermentar Empresas que fijen entre sus objetivos aportar riqueza social. Esto supone la dedicación de recursos propios, obtenidos de sus beneficios, al fomento de proyectos sociales que mejoren las condiciones de vida de las personas en situación de vulnerabilidad social. La riqueza social debe formar parte de las variables económicas que se establecen para lograr que un proyecto empresarial obtenga los correspondientes beneficios. Ya señalaba la semana pasada la importancia que tiene que las Empresas puedan obtener beneficios, es lícito y beneficioso para la sociedad. Pero al introducir la variable de riqueza social, la Empresa también establece principios éticos tanto en su comportamiento productivo como en el diseño de su estrategia comercial. La ética condiciona, evidentemente, el modelo de empresa; pero lo hace para bien. El futuro del Tejido Empresarial estará marcado por la aplicación práctica del concepto de riqueza social.

La Cátedra Acción por el Bien Común de la Universidad Nebrija y de la Fundación Chávarri celebrará el día 25 de septiembre un desayuno de reflexión y trabajo en Valencia, y en la misma participarán directivos y empresarios de diversos sectores productivos de esta Comunidad Autónoma. Pretendemos reflexionar de manera conjunta sobre la proyección que debe de tener el Bien Común en las empresas.

Cambiar el rumbo de una sociedad precisa de la implicación personal de quienes forman parte de los equipos directivos de las Empresas, así como de los accionistas; pero también es necesario que los responsables políticos asuman que empresarios y políticos no son antagónicos, sino que se complementan e interactúan para logar que el mundo sea un espacio de convivencia.

La sensación es que, cada día con más fuerza, tenemos una gran mayoría de ciudadanos que consideran que la convivencia entre el Tejido Empresarial y los Políticos es más complicada. Esto no es bueno para la economía y tampoco es positivo para hacer que los principios de la riqueza social puedan formar parte del desarrollo económico de un país.

Generar riqueza social supone realizar un pacto entre los responsables políticos y el tejido empresarial. No se trata de pagar más impuestos que, luego administran los políticos, se pretende que los políticos faciliten que las empresas puedan poner proyectos que favorezcan que personas y colectivos vulnerables puedan ser apoyados desde la iniciativa de las empresas. Se trata de fomentar, desde la creatividad y desde el propio ejercicio de libertad que debe de imprimir una sociedad, una interrelación constructiva entre los diversos actores que forman parte de un país democrático.

La riqueza social nunca estará reñida con la generación de beneficios empresariales, y esto se debe a que la empresa cumple con un código ético que fomenta el compromiso de trabajar por la dignificación de las personas.

El rumbo del mundo está reclamando un cambio. Las empresas tienen que preguntarse qué hacer, aportando todo que esté en su mano, para lograr cambiar los parámetros actuales de los sistemas productivos y de las relaciones comerciales.

La riqueza social puede ayudar a hacer que los diez países más pobres del mundo puedan disponer del compromiso del tejido empresarial de los países europeos, entre los cuales se encuentra España.

Los países altamente empobrecidos son: Burundi: 263 $., Sudán del Sur: 275 $., Gambia: 399 $., Mozambique: 476 $., República Democrática del Congo: 483 $, Liberia: 518 $., Guinea: 532 $., Afganistán: 576 $., Togo: 634 $., Uganda: 653 $.

Es muy importante que las Empresas puedan dedicar recursos al desarrollo económico y social de países considerados pobres o en situación límite de pobreza. Poder articular proyectos empresariales con un gran componente social supone intentar mejorar las condiciones de vida de las personas que viven en estos países. Este es el cambio de rumbo que hay que generar en las relaciones económicas y comerciales. Hay que insistir en este punto porque puede convertirse en la herramienta eficaz para cambiar la vida de millones de personas. Una transformación que puede suponer la dignificación de su existencia.

La pobreza que viven muchos países no es una consecuencia exclusiva de los ellos mismos. Se debe a circunstancias varias, la más común la falta de una cultura democrática, sumando al mismo tiempo la existencia de una gran corrupción. De ahí la necesidad de implicarse empresarialmente para cambiar pobreza por dignidad.

Es preciso no perder esta perspectiva. La Iglesia Católica en su esfuerzo por potenciar el Bien Común y, por tanto, dando luz con el mismo a la generación de la riqueza social, nos indica que "Una sociedad justa puede ser realizada solamente en el respeto de la dignidad trascendente de la persona humana. Ésta representa el fin último de la sociedad, que está a ella ordenada. El orden social, pues, y su progresivo desarrollo deben en todo momento subordinarse al bien de la persona, ya que el orden real debe someterse al orden personal, y no al contrario . El respeto de la dignidad humana no puede absolutamente prescindir de la obediencia al principio de considerar al prójimo como otro yo, cuidando en primer lugar de su vida y de los medios necesarios para vivirla dignamente . Es preciso que todos los programas sociales, científicos y culturales, estén presididos por la conciencia del primado de cada ser humano". Número 135 del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia.

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