"Gracias, Rosemary, mujeres como tú me hacen seguir creyendo en el potencial liberador del catolicismo" Radford Ruether: Católica y feminista, ecologista y liberadora
Acaba de morir Rosemary Radford, el 21 de Mayo, a los 85 años. Teóloga católica norteamericana (casada con el politólogo Herman Ruether). Estudió en la Claremont Graduate School, de California:ha enseñado allí y en la Pacific School of Religion Berkeley.
Le nombraron profesora del Departamento de Teología y Estudios Religiosos de la Universidad Católica de San Diego (2008-210), pero los “responsables varones” vetaron el nombramiento, apelando a los riesgos que ofrecía su visión feminista de Dios y de la Iglesia
Ha estado vinculada a diversos movimientos de liberación, en USA, en América Latina y en Palestina. Es una de iniciadoras y representantes clásicos de “teología feminista”. Muchos le debemos “mucho”, más de lo que habíamos creído, simplemente por ser y pensar como ha sido y pensado, en la línea del mejor cristianismo católico
Mujeres y cristianas como ella me hacen seguir creyendo en el potencial liberador del catolicismo en USA y en el mundo
Ha estado vinculada a diversos movimientos de liberación, en USA, en América Latina y en Palestina. Es una de iniciadoras y representantes clásicos de “teología feminista”. Muchos le debemos “mucho”, más de lo que habíamos creído, simplemente por ser y pensar como ha sido y pensado, en la línea del mejor cristianismo católico
Mujeres y cristianas como ella me hacen seguir creyendo en el potencial liberador del catolicismo en USA y en el mundo
| Xabier Pikaza teólogo
Le debo mucho, desde Córdoba Argentina, 1978
En aquel momento yo no sabía nada de ella, ni de la teología feminista. Andaba en otras cosas, como “catedrático” del Misterio de Dios en la Universidad Pontificia de Salamanca. Pero el año 1978 tuve que viajar a Córdoba (Argentina), para un Congreso de renovación de Vida Religiosa, donde escribimos y publicamos un texto llamado “Documento de Córdoba”.
Pasé una tarde por la librería San Pablo, y pedí que me mandaran unos libros a Salamanca. Al ver que me llamaba Xabier Pikaza, el director me trajo a escondidas un ejemplar de mi libro “Los orígenes de Jesús” (Salamanca, 1977) y me pidió un abrazo, diciéndome “ayer ha pasado por aquí Don Raúl Primatesta, el Arzobispo-Cardenal, y me ha dicho: Anda por aquí Pikaza, y tienes su libro más peligroso; si quieres hacer una obra buenano lo vendas, quémalo”.
Me dejé abrazar y hablamos. Me dijo que había vendido algún ejemplar Orígenes de Jesús y que lo seguiría vendiéndolo, a pesar de Primatesta. Al despedirme me preguntó: ¿Conocés a Rosemary Radford? Le dije que no. Añadió: “Tengo un libro suyo, que acabamos de publicar en Argentina, se titula Mujer nueva, Nueva Tierra. La liberación del hombre y la mujer en un mundo renovado” (UCEL, Buenos Aires 1977). Y me lo dio como regalo.
Así es como conocí a Rosemary Radford, y desde entonces mi teología y mi vida cristiana ha sido en parte diferente. No es que aprendiera nuevas cosas. Todo lo que decía por entonces Rosemary, en ese libro, yo lo sabía o, mejor dicho, lo “intuía”, sin haberlo presentado expresamente. Pero ella me enseñó a tomar conciencia de ello. Me lo ha recordado esta mañana Mercedes Navarra, que (año 1978) y sigue siendo amiga, colega y hermana de la Merced.
Me dice: “Acabo de leer que ha muerto Radford Ruether y me he sentido triste. Le debo mucho y te debo a ti haber leído en español lo poquito que se había traducido por entonces (1978). Creo que fue mi primera lectura de teología feminista. El libro me lo dejaste tú en Salamanca”.
Fue también mi primera lectura “feminista”. No es que me haya hecho “feminista”. No suelo presentarme así. Cuando me pregunta qué soy digo, con cierta vergüenza y mucho gozo que soy cristiano.
Me siento “católico” (universal), con Jesús (a pesar de todos los pesares). Así me siento, partir de aquel 1978, tras mi primer encuentro de durísima realidad de la Iglesia de los “coroneles” de Argentina, a pesar de mis dificultades en la “universidad” (y, sobre todo, con un tipo de iglesia quizá más) quizá más pontificia que católica), con Rosemary Redford, con Mercedes Navarro, con miles de compañeros y amigos, y especialmente con Mabel; me siento y quiero ser soy gozosamente “cristiano y católico”.
Estos son los artículos del credo de Rosemary Radford, a quien nunca he visto, pero con quien he dialogado año tras año, en mi pequeña función de teólogo y cristiano:
- Rosemary ha creído y con ella creo que el Dios de Jesús es libertad para la vida en amor, para la alabanza, a pesar del “patriarcalismo” de cierta iglesia oficial. A muchos nos hubiera sido más fácil “dejar estar iglesia oficial”. A pesar eso, seguimos en ella, por fidelidad a la herencia y presencia universal, humana y divina de Jesús.
- Creemos que la “estructura de género” de un mal llamado “sacerdocio católico” va en contra del programa de vida y movimiento de Reino de Jesús. No buscamos “ese sacerdocio actual para mujeres (que todo parezca cambiar para que nada cambie), sino un ministerio evangélico de transformación, servicio y testimonio de vida y comunión, que es igual para varones y mujeres. Los que dicen que las mujeres “no pueden ser sacerdotes” tienen toda la razón; no pueden formar parte de tipo de “sacerdocio de género jerárquico y masculino”. El “sacerdocio” de Jesús (el de Hebreos, 1 Pedro y Apocalipsis, con el evangelio de Juan y todo el NT), es el mismo para varones y mujeres, un sacerdocio personal de vida, de comunión, de libertad, de transformación social y de esperanza y experiencia actual de Reino.
- Rosemary Radford me (nos enseñó) ya en por entonces (año 1978) que el proyecto de Jesús es “ecología”; que no es sólo un “cambio interior” (espiritualista), ni una institución jerárquico/masculina de género dominante, sino un camino de transformación de la vida del ser humano (mujer y varón) en el mundo. Las mejores intuiciones y propuesta “ecológicas” del Papa Francisco se encuentran ya en aquella obra de Rosemary Radford. Yo no lo había pensado antes, pero desde entonces, por principio, por evangelio, por Jesús y por su iglesia de mujeres y varones he querido ser ecologista.
- Finalmente, Rosemary Radford me ha enseñado a ser “cristiano de la liberación”, en la línea de Jesús, no sólo en América Latina (en aquel fatídico 1978, en Argentina), como me decía mi amigo Mons. Ramón Iribarne (RIP)… sino en Israel y Palestina, en Estados Unidos y en el mundo entero.
Por ella (con ella) he pensado como pienso…
A partir de mi encuentro con Rosemary Radford (con su teología del feminismo, de la liberación social y de la ecología) he podido elaborar mi visión del hombre y la mujer en las religiones, como vengo diciendo desde lo que empecé a enseñar desde entonces (1978), desde lo que seguí diciendo a pesar de mi expulsión de la Universidad (a causa de los Orígenes de Jesús, año 1984). Así lo seguí diciendo en mi libro de texto Hombre y Mujer en las religiones, escrito con la inspiración y estilo de Rosemary Radford: desde mi libro de texto en la Universidad Pontificia de Salamanca: Hombre y mujer en las religiones, Verbo Divino 1991, págs. 37-38:
Es evidente que no existe salvación sin sexo, de tal forma que una experiencia religiosa que no logre dar sentido y plenitud a la dualidad del varón y la mujer no será nunca verdadera ni cristiana. Pero tampoco existe salvación de puro sexo, pues el ser humano tiene otras facetas importantes, en clave de libertad personal y amor (de solidaridad y amistad, de fraternidad y entrega liberadora) hacia los otros.
- La religión del puro sexo ha sido criticada en Israel desde la urgencia más profunda de la libertad personal humana, por la que se identifican varones y mujeres, y por y del derecho de los pobres. Ciertamente, el sexo es importante como sabe y dice el Cantar de los Cantares; pero su importancia principal está en el hecho de que se ha integrado dentro de un encuentro personal de libertades humanas, limitadas aunque hermosas. Eso significa que el sexo en cuanto tal ya no es divino: no es presencia de dioses, ni tampoco es principio de redención universal para los humanos. La visión del Cantar resulta inseparable del mensaje de fraternidad liberadora del conjunto de la Biblia Hebrea y del mensaje y camino de igualdad universal y de presencia del Reino de Jesús de Nazaret.
- La religión del puro género (masculino o femenino) ha sido superada también por Jesucristo. El encuentro erótico no puede interpretarse en su mensaje como signo pleno del reino de los cielos. Hay otros planos y momentos en la vida. Ni el varón ni la mujer se pueden definir y realizar como personas solamente en el proceso de su relación dual. Más que iniciadora sexual (más que seductora y consorte del varón para el placer del sexo) la mujer es importante en Jesús como persona, como ella misma, en igualdad total con el varón. También el varón es persona. Siendo ambos iguales y libres, varón y mujer, pueden abrirse al reino personal de la gratuidad, en gesto de amor que se espande a los pobres del entorno.
En esta perspectiva sostenemos: lo que nos define como humanos es precisamente el valor de la persona. Sólo en esa línea se puede valorar la realidad del varón y la mujer, como iguales, en libertad y comunión sobre la tierra. La mujer es más que simple madre engendradora (vientre-pechos), más que compañera sexual del varón, más que signo de un dios/sexo, más que prostituta sagrada… Ella no es diosa ni esclava: es ante todo una "persona" lo mismo que el varón. Por eso puede y debe realizarse por sí misma, en camino de individuación que resulta en cada caso irrepetible.
Eso nos impide entender a la mujer como función de algo distinto, sea de Dios, sea de valores definidos casi siempre por varones. Ella no es parte de un todo sagrado, ni imagen de Dios en cuanto miembro del sexo femenino (por sus atributos sexuales). Ella es ante todo sujeto de sí misma: un proyecto de vida personal, en clave de conocimiento y libertad. Así debemos afirmar que cada mujer es un "todo" (su propio todo) en su verdad, como persona.
En esta perspectiva podemos recordar la famosa afirmación kantiana: es persona aquel viviente que es fin en sí y que nunca puede convertirse en "medio" para otra cosa. La mujer no es medio para nada, ni siquiera para satisfacer al marido, ni para engendrar hijos, ni para someterse a Dios. Ella es fin en sí, presencia del Dios in-finito. Ella no está en función de ninguna otra verdad, ni siquiera de Dios (pues el verdadero Dios no busca ni quiere servidores). La mujer de la que hablamos aqui, lo mismo que el varón auténtico, es persona en sí. Por eso la llamamos "infinita" (no podemos convertirla en medio para nada, ni siquiera para que los "buenos varones" se puedan alcanzar lo divino).
Sobre ese fondo ha de elevarse toda antropología, entendiendo la relación humana (y el mismo encuentro sexual) como relación de seres libres (personales) y no como imposición de la naturaleza. Cada mujer es independiente, vale por sí misma. Sólo así, desde su propia infinitud y autonomía puede asumir un camino compartido con otros seres humanos (especialmente con varones). Esta concepción de la mujer como persona ha estado siempre en el fondo de la búsqueda y afirmación teológica de R. Redford Ruether.
Apéndice de la ATE: Rosemary Radford Ruether, in memoriam (Rosemary Radford Ruether, in memoriam (asociaciondeteologas.org))
El pasado 21 de mayo murió la teóloga feminista y de la liberación Rosemary Radford Ruether a los 85 años. No fue una teóloga católica cualquiera. Su trabajo fue decisivo para configurar una nueva forma de abordaje de la teología teniendo en cuenta la perspectiva de género vinculada a la justicia y la pobreza, tres valores que hoy reconocemos como signos de los tiempos. Su hermenéutica influyó en generaciones de hombres y mujeres que se comprometieron por la causa de la justicia para las mujeres, las pobres de este mundo, las racionalizadas y las más vinculadas a a Tierra. Radford Ruether logró combinar dos dimensiones de la teología que no siempre están en armonía: la investigación y producción académica —fue profesora investigadora en la universidad— y el activismo como forma de hacer presente el Reino De Dios en el mundo.
Formada en una teología clásica, supo analizar con delicadeza y rigor la propia tradición para señalar en ella sus defectos patriarcales y ofrecer alternativas liberadoras y justas para una teología que necesitaba ser repensada. Entre sus muchas publicaciones (36 libros sin nombrar artículos y otras publicaciones) destaca Sexism and God-Talk (1983), el manual ecofeminista Gaia and God (1992), Women Healing Earth: Third-World Women on Ecology, Feminism, and Religion (1996) o el más reciente Feminist Theologies: Legacy and Prospect (2007). Con sus escritos y su presencia en distintas universidades como la Universidad de Howard (1965-1975), el Seminario Teológico Evangélico Garrett (1976 a 2002), la Harvard Divinity School, el Princeton Theological Seminary, la Yale Divinity School y la Universidad Sir George Williams de Montreal, influyó en muchos y muchas estudiantes de teología que pudieron abrir su mente y avanzar hacia una teología más inclusiva y más justa.
Su compromiso con el feminismo hace de su legado intelectual uno de los más ricos, profundos y con mayor alcance de estos últimos 60 años
Obras fundamentales
Gregory of Nazianzus: Rhetor and Philosopher (London 1969);
To Change the World (New York 1981);
Disputed Questions: On Being a Christian (Nashville 1982);
Sexism and God-Talk: Toward a Feminist Theology (Boston 1983);
Women-Church: Theology and Practice of Feminist Liturgical Communities (San Francisco 1985);
Gaia & God: An Ecofeminist Theology of Earth Healing (San Francisco 1992);
Women and Redemption: A Theological History (Minneapolis 1998);
The Wrath of Jonah: The Crisis of Religious Nationalism in the Israeli-Palestinian Conflict (San Francisco 1989, en colaboración con su marido H. Ruether).
En castellano:
Mujer nueva, tierra nueva (Buenos Aires 1977);
Gaia y Dios. Una lectura ecofeminista (México 1993);
Mujeres sanando la tierra (Santiago de Chile 1999).