Mensaje de Navidad del presidente de la Conferencia Episcopal Omella: "Quiero estar cerca de las familias con las neveras y los bolsillos vacíos, de los que solo han encontrado puertas cerradas"
"Los efectos de la pandemia, sumados a las consecuencias de la dramática guerra en Ucrania, nos han conducido a una crisis energética, económica y social que ha alterado enormemente nuestras vidas"
Omella invita a ir a Belén "para llenarnos de la paz, de la alegría, del amor y de la esperanza que recibieron los pastores y los magos"
El arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), cardenal Juan José Omella, desea una feliz y santa Navidad en nombre de todos los obispos españoles.
El cardenal Omellaquiere en esta «noche tan especial» estar cerca de los que por diferentes razones están sufriendo y les recuerda que ante las dificultades «Dios no quiere que perdamos el ánimo«. «El misterio de Navidad -puntualiza- que celebramos cada año penetra en nuestro corazón y alimenta nuestra esperanza».
Jesucristo, continúa, «nos ofrece la esperanza que movió su existencia entre nosotros» y es «la Luz que nunca se apaga y que nos ilumina a lo largo de la vida. Él nos da aliento para seguir cuando tropezamos en el camino, nos da sabiduría para encontrar en cada piedra una experiencia que nos edifique. Él nos ayuda a transformar todas esas piedras en una mesa donde celebrar un banquete. De Él recibimos la fuerza para construir un mundo más humano y fraterno.
Por eso, invita a ir a Belén «para llenarnos de la paz, de la alegría, del amor y de la esperanza que recibieron los pastores y los magos«. Concluye pidiendo a Dios «nos conceda mirar con los ojos de Jesús, seguir sirviendo con alegría al que lo necesita y compartir la esperanza en la vida eterna que Cristo nos da«.
¡Buenas noches! ¡Feliz y santa Navidad a todos!
¡Buenas noches! ¡Feliz y santa Navidad a todos!
Me dirijo con emoción a todos vosotros, hermanos y hermanas, espectadores expectantes en esta noche tan especial, llena de luz y de esperanza.
Quiero estar cerca de aquellas personas que están sufriendo por reveses de la vida, cerca de aquellos que han encontrado piedras en el camino y han tropezado, de las familias con las neveras y los bolsillos vacíos, de los que solo han encontrado puertas cerradas, de los que han preguntado sin obtener respuesta alguna.
Son tiempos difíciles para todos, pero para algunos mucho más. Los efectos de la pandemia, sumados a las consecuencias de la dramática guerra en Ucrania, nos han conducido a una crisis energética, económica y social que ha alterado enormemente nuestras vidas.
Dios no quiere que perdamos el ánimo ante las dificultades. Nos envió a su Hijo hace 2022 años para darnos fortaleza en los momentos de fragilidad, para abrirnos los ojos ante nuestras cegueras, para liberarnos de la opresión…
El misterio de Navidad que celebramos cada año penetra en nuestro corazón y alimenta nuestra esperanza.
Hoy más que nunca cobra sentido el Evangelio, la Buena Noticia que nos ha regalado Jesucristo, voz y rostro de Dios. Jesucristo nos ofrece la esperanza que movió su existencia entre nosotros. ¿Cuál es el contenido de esta esperanza? Encontramos una bella respuesta en la primera carta de san Juan: «Somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a Dios porque lo veremos tal cual es» (1Jn 3,2).
Aquí estamos de paso y caminamos hacia una existencia inimaginable. Ya el bebé, dentro del seno de su madre, no puede imaginar todo lo que le espera al nacer. Jesús, con su nacimiento y su resurrección, ya nos ha anticipado la existencia que nos espera tras esta vida.
Los que compartimos el calor de la comunidad cristiana y el consuelo de la fe, recordamos y vivimos la llegada del Niño Jesús con inmensa ilusión. Una ilusión que se propaga a la velocidad de la luz, porque Él es la Luz que nunca se apaga y que nos ilumina a lo largo de la vida. Él nos da aliento para seguir cuando tropezamos en el camino, nos da sabiduría para encontrar en cada piedra una experiencia que nos edifique. Él nos ayuda a transformar todas esas piedras en una mesa donde celebrar un banquete. De Él recibimos la fuerza para construir un mundo más humano y fraterno.
Vayamos también nosotros a Belén, junto a María, José y el niño Jesús para llenarnos de la paz, de la alegría, del amor y de la esperanza que recibieron los pastores y los magos. Solo ellos se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo.
Ojalá vivamos este acontecimiento con profunda fe, alegría e inmenso agradecimiento a Dios.
Queridos hermanos y hermanas, pidamos a Dios que, por intercesión de santa María y san José, nos conceda mirar con los ojos de Jesús, seguir sirviendo con alegría al que lo necesita y compartir la esperanza en la vida eterna que Cristo nos da.
Eguberri on!
Bon Nadal!
Bo Nadal!
¡Os deseo una feliz y santa Navidad a todos!