De Babilonia a Jerusalén

Babilonia-Jerusalén
En una reciente conferencia a la que pude asistir acerca del camino de fe de cada uno, se planteó este camino como un cambio de ciudad: pasar de Babilonia a Jerusalén.

Cambiar de ciudad o de lugar de vida se hace a veces empujado por circunstancias diversas, pero en la mayoría de las ocasiones quien cambia de lugar lo hace buscando un sitio mejor para la vida, para dejar atrás aquello que no responde a las propias inquietudes y para descubrir lugares mejores.

A partir de esta idea, el conferenciante fue describiendo Babilonia como la ciudad bíblica del desorden, el orgullo, el abuso de actitudes siempre teñidas de egoísmo, el olvido de toda relación verdaderamente fraterna o solidaria. En pocas palabras Babilonia significa en le Biblia la ciudad que ha perdido su norte, que se olvida del bien, que no sabe ayudar a quienes pasan necesidad de cualquier tipo.

Por otra parte, Jerusalén es la ciudad Santa, donde viven quienes buscando a Dios han avanzado seriamente en su búsqueda del Dios que es Amor. Jerusalén es la ciudad santa y quienes viven en ella son también santos. Es la ciudad del Bien total, del gozo perfecto y la hermosura sin fin.

Pero los hombres vamos caminando hacia la Jerusalén definitiva, pero nuestro andar no comporta siempre un avance, caminamos desde las cercanías de Babilonia a las proximidades de Jerusalén, y volvemos otra vez por el mismo camino, como atraídos por aquello que hemos dejado y a la vez impulsados a proseguir la meta. Son pocos aquellos que logran dar el cambio definitivo, nos es difícil alcanzar la conversión completa, total.

Y en el camino que va de Jerusalén a Babilonia se levanta también la pequeña ciudad de Emaús, lugar del reencuentro con Cristo resucitado que de nuevo nos guía de nuevo, como tomándonos de la mano hacia la Ciudad santa y hermosa cuya única luz es el mismo Dios. Texto: Hna. Carmen Solé.
Volver arriba