Contemplación Imitar el uso de los sentidos de Jesús
En la contemplación de los misterios de Cristo, en ese encontrarse con Dios personalmente, en el descubrir o acercarse al Él, podemos ver o también asimilar la manera cómo Jesús usaba los sentidos. Por ejemplo, podemos hablar de su manera de mirar, de hablar, escuchar y conversar, cómo tocaba o dejaba de tocar.
| Gemma Morató / Hna. Conchi García
Cuando queremos definir la contemplación pensamos en observación atenta y detenida de una realidad, especialmente cuando es tranquila y placentera, como dice el diccionario de la Real Academia Española, o tal vez, como la reflexión serena, detenida, profunda e íntima sobre la divinidad, sus atributos y los misterios de la fe…; realmente podemos acoger estas definiciones o añadir aún más sentido a la contemplación. También podemos hablar de relación, de comunicación, de estado en que te encuentras con Dios y contigo mismo… y así podríamos seguir.
Pues bien, en la contemplación de los misterios de Cristo, en ese encontrarse con Dios personalmente, en el descubrir o acercarse al Él, podemos ver o también asimilar la manera cómo Jesús usaba los sentidos. Por ejemplo, podemos hablar de su manera de mirar, de hablar, escuchar y conversar, cómo tocaba o dejaba de tocar. Todo ello en su relación con la gente de su tiempo como pobres, leprosos, familias acomodadas, gente mal considerada…; pues en este ambiente Jesús nos enseña algo sobre su manera de oler o saborear estas relaciones.
Aprender del mismo Jesús es dejarnos llevar por el amor; si usamos nuestros propios sentidos sin alejarnos de los de Jesús, es decir, imitando en cierto modo el uso de los sentidos de Jesús, avanzamos en el camino que nos conduce a que Cristo llegue a formar parte definitiva en nosotros, como dice en Gálatas 4, 19: “hasta que Cristo se forme en vosotros”. Si queremos acercarnos Jesús, identificarnos con su amor sin exclusividades, con su entrega generosa, su escucha sin igual… hemos de dejarle entrar en nuestra vida, hemos de lograr que la manera de hacer de Jesús sea nuestra manera de mirar, de tocar, de sentir, de amar, de escuchar. “Imitemos” su manera de situarse en el mundo, sin escondernos y defendiendo lo justo y digno para el ser humano.