Dios nos guarda con amor en cada instante, hagámoslo presencia viva El Señor te guarda
A la largo de la vida vamos encontrando también personas que sabemos que nos acompañan y lo hacen desde la gratuidad, desde el amor que nace limpio, que no exige sino que se entrega, sabe estar al lado del otro siempre y lo hace acogiendo dese lo que el otro vive con sus dificultades y alegrías.
| Gemma Morató / Hna. Ana Isabel Pérez
Si damos una mirada a nuestra propia historia, encontraremos sin duda, personas que nos han protegido, arropado, querido, con las que podemos contar siempre y también siguen estando presentes en nuestro hoy.
Desde que nacemos, nos cogieron en brazos, nos abrazaron, nos cuidaron, nos amaron… desde el inicio nuestros padres dieron lo mejor por amor y amando. A la largo de la vida vamos encontrando también personas que sabemos que nos acompañan y lo hacen desde la gratuidad, desde el amor que nace limpio, que no exige sino que se entrega, sabe estar al lado del otro siempre y lo hace acogiendo dese lo que el otro vive con sus dificultades y alegrías.
“El Señor te guarda…”, son palabras que se repiten varias veces en el salmo 120, que nos habla de confianza, de Dios que nos guarda y nos protege siempre.
Al orar dicho salmo, me lleva en primer lugar a buscarle, a poner la mirada en Dios, que ya tiene puesta su mirada en nosotros “El Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.” Nos está acompañando en todo momento, presente en el día a día de nuestra propia existencia y ello nos tiene que llevar a ser más conscientes de ello, a vivir precisamente todo lo que nos acontece desde la mirada puesta en quien está junto a nosotros en el sendero que recorremos, que está pendiente de nosotros y ojalá nos dejáramos cuidar más por Él. ¿De dónde me vendrá el auxilio? Busquemos la propia respuesta.
Dios nos guarda con amor en cada instante, hagámoslo presencia viva.
“Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.” (Salmo 120)