El obispo electo de Salamanca y Ciudad Rodrigo dipuesto a "atender y acompañar a las dos iglesias" José Luis Retana: "Voy delante, en medio o detrás del pueblo, y sin que se me caigan los anillos ni me cueste"
"Lo primero que uno siente ante el anuncio de un nombramiento es la mordedura del dolor. Supone un nuevo cambio, un salir del lugar y un descolocarse cuando estamos en medio de un trabajo ilusionante con muchas perspectivas abiertas"
Respecto a las reivindicaciones de Ciudad Rodrigo, "es justo que toda Iglesia diocesana deseé y reclame un Obispo exclusivo"
"Ciudad Rodrigo, particularmente, es una Diócesis saneada que cuenta con todos los elementos estructurales necesarios para la vida de la Iglesia, en relación a sus necesidades"
"Soy de Castilla. Y de pueblo … Creo que es importante señalar que de esos lugares de la España vaciada, el sacerdote es el último que se va. Y aun cuando deje de habitar en el pueblo, sigue haciéndose presente"
"Ciudad Rodrigo, particularmente, es una Diócesis saneada que cuenta con todos los elementos estructurales necesarios para la vida de la Iglesia, en relación a sus necesidades"
"Soy de Castilla. Y de pueblo … Creo que es importante señalar que de esos lugares de la España vaciada, el sacerdote es el último que se va. Y aun cuando deje de habitar en el pueblo, sigue haciéndose presente"
Es de los obispos que pastorea y gobierna con humildad, sin baculazos y sin hacer demasiado ruido. José Luis Retana (Ávila, 1953) pasa de la diócesis de Plasencia, que rigió durante cuatro años, a la de Salamanca y Ciudad Rodrigo, después de la polémica por la desaparición como diócesis con obispo propio de esta última. Por eso, aunque reconoce que "es justo que toda Iglesia diocesana deseé y reclame un Obispo exclusivo", se compromete a atender y acompañar a las dos iglesias como se merecen. Entre sus futuros desvelos pastorales, la Upsa, las vocaciones y la situación doliente de la España vaciada, de la que "el sacerdote es el último que se va".
-¿Qué sintió cuando el señor Nuncio le comunicó que el Papa le nombraba obispo de Salamanca y Ciudad Rodrigo? ¿Se lo esperaba?
-Lo primero que uno siente es la mordedura del dolor. Supone un nuevo cambio, un salir del lugar y un descolocarse cuando estamos en medio de un trabajo ilusionante con muchas perspectivas abiertas. También hay una experiencia de desproporción: se trata de una situación nueva para todos, para las dos diócesis y para mí, y voy con la voluntad de entregarme con generosidad y que esta misma generosidad sea bien acogida.
-¿En Plasencia aprendió a ser obispo?
-Cada etapa de la vida es un aprendizaje (si uno es lo suficientemente humilde para dejarse modelar). Cada trabajo enseña, y esa ha sido mi experiencia en el Colegio Diocesano, en el Seminario Mayor, como Vicario de varios obispos y como párroco. Llegar a las personas con cercanía, afecto y sencillez y comprometiéndose con una presencia frecuente: todo es un aprendizaje.
-¿Qué recibió de ella y que le dio usted a la diócesis placentina?
-Encontré una diócesis muy acogedora con un gran deseo de Pastor. Y me entregué a ella con mucho trabajo generoso, tratando de devolver el afecto que me manifestaban y haciéndome cercano a todos. Se trata de evidenciar a través de mi ministerio de Pastor el amor de Dios por su pueblo.
-¿Se arrepiente de algo o le gustaría pedir perdón a alguien?
-No todas las decisiones que uno toma son bien acogidas o bien entendidas. Del mismo modo, hay ocasiones en las que al proponer un cambio o un nombramiento a algún hermano sacerdote, se puede llegar a herir. Por esas cosas hay que pedir perdón.
-¿La diócesis de Plasencia goza de buena salud, al menos relativamente?
-La Iglesia goza de buena salud. Cuando hay alegría y esperanza hay salud, y en Plasencia no falta ni de lo uno ni lo de lo otro. Si no fuera así no se estaría trabajando con gran ánimo en tantas perspectivas abiertas: el COF, la Pastoral Familiar y la Pastoral Juvenil, el proyecto del Seminario en Familia, tan ilusionante, el Diaconado Permanente, las asambleas Sinodales, la Escuela Bíblica “Lux Mundi”, los proyectos de Cáritas, tanto generales como particulares de cada parroquia y pueblo de nuestra Diócesis. En fin, hay salud cuando se vive la fe con entusiasmo.
-¿No merecería Ciudad Rodrigo un obispo residencial exclusivo? ¿Cómo compaginar la presencia eclesial en pequeñas diócesis con la solvencia económica y estructural de las mismas?
-Es justo que toda Iglesia diocesana deseé y reclame un Obispo exclusivo. De hecho es lo ideal en la Iglesia. Sin embargo, Ciudad Rodrigo -como Salamanca- tendrán un Pastor. Ambas van a compartir al Obispo y éste se esforzará porque las dos iglesias, sin perder nada de su tradición ni de su idiosincrasia, estén atendidas y acompañadas.
En lo relativo a la financiación de la Iglesia, se está trabajando muy bien a nivel de toda España en la campaña Por Tantos. Ciudad Rodrigo, particularmente, es una Diócesis saneada que cuenta con todos los elementos estructurales necesarios para la vida de la Iglesia, en relación a sus necesidades. Hoy por hoy el hecho de contar con un número de población menor que otros lugares no supone un problema en este sentido
-¿En época de secularización, la lucha de las gentes de Ciudad Rodrigo por el mantenimiento de su obispo es, cuando menos, llamativa y ejemplarizante?
-Que los fieles se identifiquen con su Iglesia es alentador. Que la amen, es esperanzador y un gran estímulo para los pastores y cuantos en ella trabajan por el Reino de Dios. No obstante, a lo largo de los últimos meses no siempre han sido los fieles quienes han alzado la voz en los medios de comunicación para reivindicar un obispo exclusivo. Tal vez sería sano distinguir las motivaciones de unos y de otros y que en la Iglesia nos demos unos a otros un aliento de ánimo propiamente cristiano.
-¿La histórica UPSA y el seminario centrarán sus desvelos en Salamanca?
-He sido estudiante de la UPSA y he estado en primera línea de trabajo en el Seminario. Ahora ciertamente estaré vinculado de alguna manera a ambas instituciones. No obstante, en lo referente a la Pontificia, no está dicho que yo vaya a estar al frente. La pasada Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal acordó abordar este tema más adelante.
Y en lo referente al Seminario, qué duda cabe de que para cualquier Obispo de España -de Europa, me atrevería a decir- supone un reto particularmente señalado. No hablaré de desvelos ni de preocupaciones: el que llama es Dios, a nosotros nos corresponde acompañar debidamente a los jóvenes a un encuentro con Él donde se suscite una respuesta generosa y comprometida. Que no es poco.
-¿Es fácil ser obispo hoy? ¿Cuesta, sobre todo, ir a veces delante, otras veces en medio y otras, detrás, como les pide el Papa?
-El Obispo tiene conciencia de que está sostenido por Otro. Y por la oración del pueblo y la de tantas personas buenas que lo encomiendan a uno al Dueño de la mies. “Un obispo es lo que es -ha escrito mi estimado amigo Olegario- y lo que le hacen posible ser los fieles de su diócesis: por su esperanza manifestada, su colaboración y crítica”. En mi caso, confío mi ministerio a la acción del Espíritu y a la fuerza que me transmite la oración en comunión con mi pueblo. Y claro que sí: voy delante, en medio o detrás, y sin que se me caigan los anillos ni me cueste.
-¿Le duele la España vaciada? ¿Hay solución, incluida la espiritual, para ella?
-Soy de Castilla. Y de pueblo. Sé cómo están nuestros pueblos. Durante no poco tiempo celebraba la misa dominical en pequeños pueblos de Ávila donde asistían dos o tres personas. Creo que es importante señalar que en esos lugares el sacerdote es el último que se va. Y aun cuando deje de habitar en el pueblo, sigue haciéndose presente: visita enfermos y ancianos, asiste a las familias y orienta a los necesitados. Pero bien es verdad que hay demandas que no se le pueden hacer a la Iglesia y será la sociedad civil la que deba responder a muchas de las necesidades que en nuestro tiempo está generando esta dinámica de la denominada España vaciada. Lo más importante es el cuidado de las personas y su dignidad. No vale cualquier tipo de medida, es preciso velar y trabajar por las personas y su dignidad sean muchos o pocos los habitantes de un lugar.
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