¿Es posible otra Navidad?

Lo que queda de la Navidad…


Actualmente creo que las manifestaciones populares que perduran de la Navidad es una expresión cultural de una época, fruto de una lectura literal de los relatos de la infancia de Jesús que presentan los evangelios, por cierto solamente relatan Mateo y Lucas. De ahí vienen las estrellas, nacimientos, belenes, luces, cánticos, cabalgata de reyes, comidas, encuentros… como las vigilias, celebraciones solemnes…
Todo muy entrañable y festivo sobre todo para los niños y jóvenes, pues para los más mayores disfrutamos y gozamos de ver, sobre todo, a los niños tal vez con un tanto nostalgia y, por supuesto para los jóvenes con sus discotecas y cotillones, pero eso ya nos preocupa más a los más cargados en años, que nos conformamos con que se haga la comida familiar y con amigos y compañeros…
En mi opinión, por lo que se ve, lo que permanece es un recuerdo de algo que aconteció en un pasado remoto, tan remoto que para muchos jóvenes no tienen conciencia de ese referente del pasado y es un tiempo vacacional en donde se esperan regalos y comidas, el por qué, eso ya no interesa, es algo que se hace, y punto.
Las celebraciones que se hacen en las parroquias son para la gente mayor exceptuando alguna que otra celebración, según los lugares, en la que participan niños y jóvenes.
Pero lo que para mí sigue siendo un interrogante es la poca huella que deja la Navidad en la vida de las personas, jóvenes y mayores y, sobre todo, cada vez está más vacía de sentido, lo que se comprende al ser un oasis cargado de sentimiento, que fácilmente se puede constatar, son muchos los que gozan estas fechas, pero también son muchos los que sufren de nostalgia y de olvido y cada vez son más los pasan…

Para hacer posible otra Navidad…


Creo que los cristianos, y con ellos la Iglesia, tenemos que hacer creíble la Buena Noticia: Jesús es Dios-con-nosotros, es decir, que Dios no es un ser extraño, sino que es presencia cerca a todos y a cada persona, y una presencia que libera y salva. Pero ¿cómo lo puedo saber? ¿Cómo es posible creer de manera razonable que Dios está conmigo, si yo no tengo alguna experiencia personal por pequeña que sea?
Confieso que a mí no me han enseñado, o a lo mejor yo no he aprendido, a percibir la presencia del misterio de Dios en mi interior. En los estudios me expusieron las cinco vías de santo Tomas para convencerme que había un motor inmóvil sin el cual no podía existir nada, pero yo no percibía ninguna presencia. Me decían contemplando un atardecer otoñal o un paisaje bellísimo, que era obra de Dios, pero yo veía la belleza, pero a Dios no lo veía; que Dios se hacía presente en la Eucaristía (no cuento la de imaginaciones que dieron lugar en mi infancia), que estaba en el Sagrario, pero mis genuflexiones no reflejaban lo que sentía; que hablaba en la Biblia; que en Jesús se ha manifestado…
Todo esto es media verdad, pues me faltaba algo… Lo que no me enseñaron, tal vez porque no se puede “enseñar”, es a percibir la presencia del misterio de Dios en mi interior. Ahora entiendo mejor aquello que me decían de san Agustín, pero que yo no podía comprender entonces, “Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé. He aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba; y deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no lo estaba contigo”.
Ciertamente estoy convencido que el misterio de Dios tiene, sin duda, sus caminos para hacerse presente en cada vida. Pero para mí puedo decir que, en la actual sociedad inter-cultural, interreligiosa…, si no lo experimento dentro de mí difícilmente lo percibiré fuera. Es más, tal como lo estoy viviendo hoy, a pesar de que algunos hablan del silencio o ausencia de Dios en el mundo europeo (como me suelen decir mis compañeros africanos y americanos), el hecho de reconocerle en mi interior es lo que me está facilitando el rastrear su misteriosa presencia en mi entorno, en este mundo globalizado.
El adentrarse hacia dentro de uno mismo es una aventura, que no todos estamos dispuestos a vivirla, pues dentro me encuentro con mis miedos y preocupaciones, mis heridas y tristezas, mis pasiones y mis rabias, mi cólera y egoísmo… y ahí me quedo en silencio… y en el silencio apacible, me voy abriendo y acogiendo con corazón sencillo a esa presencia misteriosa que me está alentando y sosteniendo. No es que pienso o me imagino esa presencia, sino que voy reconociendo y acogiendo sus signos como son la paz y serenidad que percibo, el sentirse amado y comprendido, el percibirse perdonado… que me llega desde lo más profundo de mi ser.

Por eso…

La Navidad viviendo desde dentro la cercanía del Espíritu de Jesús, Dios-con-nosotros, me va transformando, en vez de pensar en regalos, pienso cómo y a quiénes me tengo que hacer presente; en vez de enviar felicitaciones trato de intercambiar mensajes; en las reducidas comidas en las que participo presto más atención a las personas con las que estoy y cuido la sobriedad; además de colaborar en la operación kilo, me comprometo con un proyecto solidario…
Por eso para mí la Navidad no es un paréntesis, es una oportunidad y una continuidad, después del 25 de diciembre me pongo en camino hacia la Pascua, que es el referente fundamental, pues allí se desvela el misterio de la Navidad, que la vida es entrega y servicio a los demás…
Hagamos Feliz la Navidad.

Nacho
Volver arriba