En los últimos tiempos se han puesto de moda las series. Son muchos los que están enganchados a Juego de Tronos, por ejemplo. Las cadenas de televisión de pago tienen un filón importante en este género que gana adeptos cada día y al que hay que proveer de nuevos productos que los mantengan enganchados. Es innegable la calidad artística de varias de esas series, incluso alguna llega a transmitir valores interesantes en el mundo en que vivimos. No es el caso de la serieThe Terror, basada en la obra homónima de Dan Simmons. Esta serie está muy bien dirigida y cuenta con un elenco de actores que cumplen su papel decentemente, incluso alguno lo hace de manera sobresaliente, como es el actor que interpreta al capitán, pero los valores estéticos no deben ocultar el mensaje que transmite la serie: los seres humanos, puestos en situaciones extremas, pueden sacar lo peor de sí mismos en un mundo sin sentido. Alguno, movido por algo que quiere asemejarse a la compasión, es capaz de dar su vida, pero lo hará por nada, simplemente por no seguir viviendo una realidad terrible.
Sin embargo, las obras de arte, también las televisivas, que son una parte del séptimo arte, nos ilustran sobre la sociedad que las produce y nos pueden permitir hacer una hermenéutica de los procesos sociales que permiten la existencia de sus expresiones culturales. El Terror es el nombre de una de las dos embarcaciones que intentó el paso del noroeste en 1847, da nombre a la novela y a la serie, con la evidente doble intención, tanto de recoger un dato histórico como el de dar un sentido desde el inicio a la historia. Los hechos reales se resumen en que la expedición murió de inanición y frío en medio de una locura que empujó a los hombres al canibalismo. La ficción introduce un elemento paranormal con el ataque de un ser monstruoso que representa la naturaleza en su estado más primitivo. La naturaleza, parece decirnos, se defiende de la soberbia del ser humano que pretende sojuzgar todo en su propio y único beneficio. El mundo está vacío de dioses y los hombre han rellenado el hueco con su propia divinización mediante el uso de la razón técnica.
Aprovechando esta serie televisiva, que no es la única que atribuye el mal en el mundo a la supuesta ausencia de valores objetivos y a las acciones de los seres humanos llevados por su puro instinto de supervivencia, quiero mostrar cómo eso no es sino una propuesta ideológica que pretende exculpar al modelo de sociedad, lo que hemos llamado siempre el sistema, y descargar toda la culpa, y por tanto la justicia del castigo subsiguiente, en los seres individuales. Un repaso somero a las series que emiten principalmente Netflix y HBO, nos permite colegir que hay un sustrato ideológico en todas ellas. El mundo que reflejan es un mundo vacío; el ser humano está determinado por las fuerzas biológicas que lo dominan y por las consideraciones sociales que lo moldean; la naturaleza es un lugar inhóspito, generalmente, que pone a prueba a los seres humanos y les obliga a sacar lo peor de sí mismos; la sociedad, en fin, es un mero agregado de mónadas, cuando no algo meramente inexistente. Estas consideraciones sobre el mundo, el ser humano, la naturaleza y la sociedad están insertas en el paradigma utilitarista neoliberal. Este paradigma está conformado por un claro pesimismo antropológico de raigambre hobbsiana, un craso individualismo social de origen liberal y una visión economicista tanto de la naturaleza como de la sociedad, como expresión del más puro capitalismo voraz.
Este paradigma utilitarista neoliberal no tiene sustento antropológico, de ahí que deba ser impuesto por la fuerza de la ideología y de los hechos en medio de la sociedad. El ser humano se constituye por tres elementos fundantes: los vínculos familiares, las relaciones sociales y la experiencia trascendente. El modo de reducirlo a un mero instrumento de producción y consumo es eliminar esos tres elementos, de modo que quede reducido y reconducido hacia un puro individualismo que lo atrapa en sus apetitos naturales y en sus deseos incontenidos. Hecho esto, ya no estamos ante un ser humano, sino ante un mero autómata arrastrado por sus impulsos y deformado por la ideología imperante.
El verdadero terror estriba en que el ser capaz de elevarse hacia la más altas cotas de misericordia y compasión, queda reducido a la terrible voracidad de unos apetitos insaciables que acaban con su humanidad. Lo que está en peligro en el paradigma neoliberal es, precisamente, la humanidad del ser humano. Esto es lo que estas series, obiter dicta, nos muestran, y de lo que deberíamos huir, pues lo humano es más que una naturaleza una condición y es esta condición la que está en peligro. Miremos a Haití y veremos el ejemplo más nítido de cómo el sistema destruye lo humano. Pero, eso necesita otra reflexión.