El nuevo sacerdocio
La definición que nos da Heb 5,1 acerca del sacerdote, aplicado primordialmente a Jesús es clave para poder entender lo que significa el sacerdocio de la nueva alianza. Los ministros sacerdotes, consagrados por el sacramento del Orden, los cristianos bautizados que pertenecen al pueblo sacerdotal, se configuran a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote. No se trata de una simple identificación pasajera. Es algo que involucra toda la vida, como fue y es el caso del Señor Jesús.
El Sumo Sacerdote es un hombre. El sacerdocio no fue entregado a los ángeles, sino a los hombres. En el caso de la Nueva Alianza, no se trata de un hombre cualquiera miembro de alguna tribu. Es elegido desde la eternidad y al hacerse hombre asume la responsabilidad de ser el salvador para así cumplir la promesa hecha por el Padre Dios. Pero, no es un hombre que se aísla. Es tomado de entre los hombres y puesto en medio de ellos, para poder cumplir la misión. Esta misión encierra las “cosas que son de Dios”: desde la creación hasta el verdadero culto. Si lo aplicamos a qienes han sido llamados y consagrados al ministerio sacerdotal, podemos encontrar el camino de comprensión de su auténtico servicio sacerdotal. También son hombres elegidos de entre los hermanos para estar en medio de ellos y ser puentes mediadores con Dios, en las cosas que son de Él.
El texto de Hebreos 5 nos indica un elemento muy importante en la descripción del sacerdote nuevo: “El puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades”. Pablo había hablado del empequeñecimiento (kénosis) del Hijo, quien se despojó de su dignidad divina, sin perderla, para acercarse a quienes iba a salvar. Es lo que nos quiere decir el autor sagrado al hacer referencia a la cercanía con quienes son débiles. El Sumo Sacerdote, sencillamente, es quien se acerca a todos, en especial a quienes están más hundidos en el pecado, para liberarlos y redimirlos. Esto lo hace realizando el culto central: con la ofrenda de un sacrificio, cuya Víctima es el mismo Sacerdote, Jesús.
Al estar configurados a Cristo Sacerdote, todo ministro ordenado debe hacer lo mismo. Se ha de identificar extremamente a los suyos, para poder hacer la memoria viva del Redentor. De lo contrario, corre el riesgo de convertirse en un mero funcionario que realiza el culto como si se tratara de un trámite religioso y cultural. El sacerdote ministro, memoria del Señor, se identifica de tal modo a su imagen o ícono, Jesús, que al actuar en su nombre, lo hace asumiendo que también está envuelto en sus debilidades.
Entender esto, además de fortalecer la propia espiritualidad, ayuda al ministro estar claro en su identidad. Como nos lo enseña el Papa Francisco podrá ejercer su ministerio con olor a ovejas. Precisamente, eso significa cargar con las debilidades de los demás, para irlas transformando en fuerzas de la gracia salvífica. Si se toma en cuenta esto y se habla claramente de ello a la gente, ésta no considerará al sacerdote como si se tratara de un funcionario, un gerente o un simple profesional de lo religioso. Va a entender que en él se sigue haciendo presente la definición que nos da Hebreos 5,1.
No hay nada más humano y, a la vez más divino, que el sacerdocio de Cristo. Hoy hecho memoria en el ministerio de los ordenados para el servicio del pueblo de Dios, ese sacerdocio sigue siendo una garantía y expresión de seguridad para todos los que buscan la salvación y para toda la humanidad, por la cual Jesús se convirtió en el verdadero y único sacerdote… el de la nueva alianza.