Ante todo, invitó a pensar en cómo la crisis de COVID afecta a los migrantes, refugiados, desplazados y víctimas de la trata de personas: para ellos, de hecho, incluso los tiempos “normales” no son normales, dijo. Migrantes y refugiados, “están acostumbrados a soportar meses y años” de incertidumbre, ansiedad aguda, nutrición y alojamiento precarios, mala salud, limbo legal, desempleo o riesgo de explotación y abuso si encuentran un trabajo remunerado. Por ello “es necesario encontrar una cura tanto para el ‘pequeño pero terrible virus’ de COVID-19, como para el ‘virus más grande’ de la injusticia social, la desigualdad de oportunidades, la marginación y la falta de protección para los más débiles”.
El Sumo Pontífice, señaló Czerny, “durante nueve Audiencias Generales de los miércoles en agosto y septiembre”, aplicó los principios de la enseñanza social católica a los actuales desafíos inducidos por la pandemia, enumerando principios principales para nosotros: la dignidad de la persona, el bien común, la opción preferencial por los pobres, el destino universal de los bienes, los principios de solidaridad, de subsidiariedad y de cuidado de nuestro hogar común. Y con la encíclicaFratelli tutti, el Papa pidió una apertura fraternal que nos permita reconocer, apreciar y amar a cada persona, sin importar la proximidad física, sin importar dónde haya nacido o viva. Algo que “tiene claras implicaciones para las poblaciones vulnerables de interés que se mencionan en el título de esta charla – dijo Czerny: migrantes, refugiados, personas desplazadas, víctimas de la trata de personas”.
Idealmente, - continuó - la gente no debería ser forzada a migrar en primer lugar. Tienen derecho a esperar una vida digna y un desarrollo integral en sus propias tierras. Esto requiere una enorme inversión en el desarrollo sostenible e integral y en la lucha contra la degradación del medio ambiente y el cambio climático. En este sentido, “la comunidad internacional se queda muy corta” pues “queda mucho trabajo por hacer”: la pobreza y el hambre siguen proliferando; el hambre es un escándalo particular y, como dice el Papa, la política mundial tiene que hacer de la eliminación efectiva del hambre uno de sus objetivos principales e imperativos.
Al mismo tiempo, nuestra casa común está gritando por el dolor que infligimos al medio ambiente, tanto natural como social: los migrantes, de hecho, “suelen huir de la guerra, la persecución y las catástrofes naturales, a menudo relacionadas con los desastres ambientales y sociales”. Por otra parte, los regímenes nacionalistas y populistas tratan de mantener a los migrantes fuera, refugiándose detrás de muros defensivos.
Al tiempo que los países más pobres no reciben ayuda suficiente para invertir en el desarrollo sostenible e integral de su propio pueblo, somos testigos, con demasiada frecuencia, “de una mentalidad xenófoba en la que los migrantes no se consideran con derecho como los demás a participar en la vida de la sociedad, y se olvida que poseen la misma dignidad intrínseca que cualquier persona”. Y, lo más vergonzoso de todo es que “los traficantes de seres humanos, a menudo vinculados a las drogas y las armas, se aprovechan de los migrantes, creando violencia, tráfico, abusos psicológicos y físicos y sufrimientos indecibles”.
Si por una parte existe “el derecho a no emigrar, es decir, a permanecer en la patria", esto implica "la responsabilidad de ayudar a desarrollar las patrias más pobres”, subrayó también el purpurado: “hasta que esto ocurra, estamos obligados a respetar el derecho de todos los individuos a encontrar un lugar que satisfaga sus necesidades básicas y las de sus familias, y donde puedan encontrar la realización personal”. Por ello “la respuesta moral apropiada a los migrantes y refugiados puede resumirse en cuatro verbos activos”: acoger, proteger, promover e integrar.
El cardenal Czerny señaló, por otra parte, la importancia laplanificación y la cooperación “a largo plazo”, tanto para ayudar a los migrantes en su intento de integrarse como para promover el desarrollo sostenible de sus países de origen, y también el enriquecimiento mutuo que nace del encuentro entre diferentes culturas, al que el Pontífice se ha referido con ejemplos concretos, como aquel cultural que ha supuesto la migración de los latinos a los Estados Unidos y la migración de los italianos a su patria, la Argentina. Algo que se relaciona, dijo, con “la importancia de la apertura a los demás a través de la gratuidad”, que el Papa Francisco define como la capacidad de hacer algunas cosas simplemente porque son buenas en sí mismas, sin preocuparse por el beneficio o la recompensa personal. Cuando falta la gratuidad, - observó- los inmigrantes son vistos como "usurpadores que no tienen nada que ofrecer".
En relación al papel de las nuevas generaciones, el purpurado indicó que Fratelli tutti también habla del papel de los jóvenes en la creación de una cultura de fraternidad, solidaridad y gratuidad. En primer lugar, los jóvenes deben apreciar el arraigo y la historia, pero una forma de privar a los jóvenes de esta conexión con sus raíces – advirtió - es desechando a los ancianos. Es por ello que el Santo Padre pide cuidar las necesidades de cada hombre y mujer, joven y viejo, con el mismo espíritu fraternal de cuidado y cercanía que marcó al Buen Samaritano. Para lograrlo, Fratelli tutti pide el diálogo social para una nueva cultura, y este, debe abarcar “el diálogo entre generaciones”.
Como señala la encíclica, "un país crece cuando sus diversas riquezas culturales dialogan de manera constructiva: la cultura popular, la universitaria, la juvenil, la artística, la tecnológica, la cultura económica, la cultura de la familia y de los medios de comunicación". De ahí que los jóvenes también están llamados a abrirse a los migrantes y refugiados: el mismo Papa Francisco les insta no hacer el juego a quienes los pondrían en contra de otros jóvenes, recién llegados a sus países, y que los animarían a ver a estos últimos como una amenaza, y no poseedores de la misma dignidad inalienable que cualquier otro ser humano.
Concluyendo, el subsecretario de la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral señaló a Fratelli tutti como “la hoja de ruta moral” para salir más fuertes, menos temerosos y más humanos de la pandemia: “está en manos de los jóvenes forjar este futuro, incluso tendiendo una mano acogedora a los migrantes, los refugiados y todas las personas vulnerables y marginadas”. “¿Están ustedes a la altura del desafío?”, finalizó.