Nacido en 1903, y muy probablemente en 1902, ya desde muy joven se comprometió Carrera Andradecon la causa indigenista hasta el punto de que Gabriela Mistral calificó su obra poética de "indofuturista". Una naciente intelectualidad de signo socialista fue cuajando en partido político. Con solo veinte años el poeta quiteño, decepcionado de la insuficiente actividad del partido liberal, se fue interesando y comprometiendo políticamente hasta llegar a desempeñar, con solo 24 años, la Secretaría General del Partido Socialista.
La participación política le duró poco tiempo, y el compromiso social apenas hallará eco en su producción lírica posterior, refugiándose en vivencias personales relacionadas, sobre todo, con la exuberante naturaleza ecuatoriana, que contemplaba y experimentaba con asombrada fascinación. El paso del tiempo atemperó su fogoso entusiasmo juvenil, volviéndose un ciudadano apacible y juicioso.
"HOMBRE PLANETARIO"
A partir de los 25 años, su vocación aventurera y humanista le llevaría a representar por el mundo los intereses de Ecuador. Así, a lo largo de 37 años, viajará por todos los continentes, aunque, nos explica el diplomático poeta, sólo llegaría a disfrutar en su hogar patrio"tres paréntesis verdes en los cuales he vuelto a sentir el gran abrazo de la tierra materna".
Publica Carrera Andrade en 1957 la primera edición de "Hombre planetario", su más importante obra lírica. Y dos años después, la rehace, integrando sus veinte poemas en un único canto de gran aliento. Por escasez de espacio, introduciremos hoy únicamente el texto y una breve presentación a las dos últimas secciones (XIX y XX) de "Hombre planetario". Con la imagen que preside el post, apretada galería de rostros, intentamos ilustrar la búsqueda carreriana del "hombre planetario", que, como veremos, no es esta o aquella persona concreta, sino la mágica suma de todas ellas y de toda la humanidad.
"EN EL DOMINGO DE SU VIDA APACIBLE..."
A solo doce años de la más terrible guerra que ha conocido la humanidad (1939-1945: más de cuarenta millones de muertos),escribe el poeta visionario de Quito hermosos versos de paz."Vendrá un Día...: estallará la paz sobre la tierra..." Y nos anuncia una luz nueva.La humanidad cantará libre en una tierra libre.Las armas destruidas abonarán trigales (se lee en la Biblia: "Harán arados de sus espadas / y sacarán hoces de sus lanzas": Isaías 2,4). Nadie derramará la sangre del hermano... La naturaleza será fértil para todos, sin fronteras...
¿Y la muerte? Existirá la muerte. Pero se aceptará con serenidad, como algo natural,"paisaje más hermoso que el poniente".
XIX
Vendrá un día más puro que los otros:
estallará la paz sobre la tierra
como un sol de cristal. Un fulgor nuevo
envolverá las cosas.
Los hombres cantarán en los caminos,
libres ya de la muerte solapada.
El trigo crecerá sobre los restos
de las armas destruidas
y nadie verterá
la sangre de su hermano.
El mundo será entonces de las fuentes
y las espigas, que impondrán su imperio
de abundancia y frescura sin fronteras.
Los ancianos tan sólo, en el domingo
de su vida apacible,
esperarán la muerte,
la muerte natural, fin de jornada,
paisaje más hermoso que el poniente.
"SOY EL INDIO DE AMÉRICA, EL MESTIZO, EL AMARILLO, EL NEGRO..."
En el episodio V de "Hombre planetario" desarrolla Andrade una obsesión de todo su pensamiento lírico: "Eternidad, te busco en cada cosa..." En el árbol "que muere y que renace...", en el alba "que vuelve todos los días a la misma hora..." El final es transparente: "Eternidad, tus signos me rodean, / mas yo soy transitorio: / un simple pasajero del planeta".
En el poema XIX leíamos que el escritor acepta la vejez y la muerte como algo natural. Pero ahora descubrimos que existe oculto un amargo resentimiento de temporalidad, de insignificancia:"mas yo soy transitorio". Y se cierra "Hombre planetario" con un golpe de efecto muy inteligente y provocador. Si ya en el primer verso de "Juan sin cielo" escribía el poeta ecuatoriano: "Juan me llamo, Juan Todos, habitante / de la tierra...", se identifica ahora con el Hombre planetario de su poemaque acoge, en su arquetípica existencia, la vida, el alma, corazón, empresas... de todos los hombres y mujeres de hoy, de ayer y del futuro...
El viajero diplomático, que tan bien conoce el planeta y su gente, se identifica en este poema con cada uno de los pobladores del mundo: "Yo soy el habitante de las piedras / sin memoria..." Y se presenta seguidamente como ciudadano de la tecnificada civilización de las grandes urbes. Y, en casting muy singular, nos acerca una simbólica lista de pobladores de asia, europa, áfrica, oceanía y américa...
En un magnífico trabajo que titula "El Cántico de la Unidad Universal" Enrique Ojeda escribe, refiriéndose a Carrera Andrade: "La composición final de ese poemario es la proclamación más elocuente de este íntimo convencimiento suyo: el hombre individual es perecedero pero, en cuanto forma parte de la raza humana, es inmortal...(pulsa aquí para leer el trabajo completo)"
XX
Yo soy el habitante de las piedras
sin memoria, con sed de sombra verde;
yo soy el ciudadano de cien pueblos
y de las prodigiosas capitales,
el Hombre Planetario,
tripulante de todas las ventanas
de la Tierra aturdida de motores.
Soy el hombre de Tokio, que se nutre
de bambú y pececillos;
el minero de Europa,
hermano de la noche;
el labrador del Congo y de la arena,
el pescador de ostiones polinesios,
soy el indio de América, el mestizo,
el amarillo, el negro,
y soy los demás hombres del planeta.
Sobre mi corazón firman los pueblos
un tratado de paz hasta la muerte.
