Susana March 4. HUNDIRÍA MIS BRAZOS EN ESE CIELO AZUL

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No parece exagerado afirmar que Susana March se nos ha mostrado como escritora enigmática, huidiza, misteriosa, ya desde su nacimiento. Porque ¿qué año nació? Se repite generalmente que nació en Barcelona el 28 de enero de 1918.Pero algunos críticos muy conocedores del tema, como Susana Cavallo,dan por supuesto que nació en 1915.Y afirman también, o lo piensan y lo callan, que donde realmente nació fue en Alcalá. Nos acompaña gráficamente una pequeña fotografía de la Plaza Real barcelonesa, donde vivió desde muy pequeña hasta su traslado, con su recién creada familia, muchos años después.

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¿Y su fallecimiento? Como papagayos, se suele asegurar que sucedió en Barcelona, en 1991. Falso. He contrastado personalmente que dio La Vanguardia la noticia de su muerte el domingo 23 de diciembre de 1990. Si murió dos días antes, como allí se puede leer, habría fallecido en Barcelona el viernes 21 de diciembre de 1990. No es difícil adivinar por qué se pretende disimular que hubiera nacido en Alcalá: parecería más beneficioso para la escritora ser catalana de Cataluña que catalana de Alcalá, aunque se hubiera empadronado en Barcelona en su primera infancia.

También fue misteriosa Susana en sus primeras publicaciones novelísticas de posguerra. Tuvo que disfrazar su verdadero nombre con varios seudónimos,sobre todo al principio, cuando escribía literatura del corazón. Ella lo explicaba así: “Me dicidí a escribir literatura del género “rosa” para equilibrar mi presupuesto económico de joven recién casada en los duros tiempos de posguerra española”. Pero vayamos ya a los tres poemas de hoy, seleccionados del adonáis "Esta mujer que soy"(1959).

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HUNDIRÍA MIS BRAZOS EN ESE CIELO AZUL

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Evoca Susana March, en tarde primaveral, el paraíso de su adolescencia, “una tarde de pájaros y de amantes recientes...” Y escucha por el corazón una llamada antigua: “¡Ven!”. Pero aquellos 16 años son hoy ceniza para una mujer de más de treinta, que perdió la ilusión, se apagaron sus sueños... La mágica tarde, sin embargo, sigue invitando a la alegría: “¡Ven!” Ah, sí, me iría... “Hundiría hasta el codo mis brazos en ese cielo azul...”

Y acaricia expectante las puertas del misterio, borracha de esperanza del nuevo paraíso que le invita a volar: “¡Ven!” En el poema “Umbral” de “El viento” (1951), así escribía la aventurera poeta: “Navego por los cielos castamente / con las alas al viento como un ángel. / Pequeña llama, apenas un chispazo, / mi corazón no existe, pero arde...” Braceando en el mar azul de la dicha, como los amantes de Chagall por sendero de pájaros, elevaría Susana el alma hacia altos nidos de ternura...

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Los Suscriptores de Honor de Adonáis recibían, recién editado, un ejemplar dedicado por el autor/a. Le llegó puntualmente a mi progenitor -dedicado por Susana March- el poemario “Esta mujer que soy” (1959). Sólo reproduzco la firma, eliminando el resto, por razones de espacio. Todo el escrito es muy, muy ascendente, notablemente ligado, ligeramente anguloso, sencillo y claro, rectilíneo, con abreacción en las “a” y el número “9”. No sería difícil, para un grafólogo experto, descubrir, a través de sus rasgos, una personalidad introvertida pero sincera, de voluntad afianzada sobre principios morales equilibrados y estables, de intensa afectividad y ricos sentimientos, notable creatividad, etc. La orientación muy ascendente de su letra expresa gráficamente su notabilísima fantasía, su ambición, misticismo, exigencia de perfección y belleza... Un bonito regalo el de su letra a los admiradores de su poesía y a los lectores de “Hechizo”.

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HECHIZO

La tarde me está gritando: «¡Ven!»
Es una tarde de primavera como aquellas antiguas,
cuando yo tenía dieciséis años
y llevaba en vilo
el corazón.
Una tarde de porcelana,
de barro amasado con rosas rojas,
una tarde de pájaros y de amantes recientes,
de amantes con el milagro todavía en los ojos.
«¡Ven!»
Quizá me espera algo hermoso bajo ese cielo de primavera.
Pero ¿qué me puede esperar?
¿Qué le puede esperar a una mujer que tiene más de
treinta años
y hace mucho tiempo que cerró su cofre
de ilusión?
¿Una mujer que ya no aspira a nada,
que ya no quiere nada,
que ya no sueña nada?
«¡Ven!»
Me iría, ¡ah, sí!, me iría...
Saltaría el muro gris que me separa de su resplandor,
echaría a correr por la tarde como un parque recién regado,
hundiría hasta el codo mis brazos
en ese cielo azul,
burlón, galán y dulcemente persuasivo.
¡Ah, sí, me iría!
Arrancaría los harapos que me cubren
-los prejuicios, las leyes, las sombras, hasta el tedio-,
y echaría a correr...
Tal vez topase con el misterio.
Me daría de manos a boca
con todo lo que mi corazón se ha cansado de desear.
Me volvería loca de pronto. Como ebria.
«¡Ven...!»

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ME DAN PENA, SEÑOR, SUS OJOS, QUE SON BUENOS

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Introduciré muy brevemente los próximos poemas. El corazón de Susana se rompe de lástima y fraternidad. Y le pregunta a Dios cómo compensará, después de la muerte, a quien tanto ha sufrido. Se identifica la sensible escritora con el perrillo "que perdió hace tiempo su gracia de cachorro" y algo proyectaría también de su propia vida cuando fantasea del can que sólo pide "una mano que acaricie su lomo".

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ME DA PENA...

Me da pena, Señor, este perro cansado
que cruza renqueando, afeado por la vejez.
La gente le rehuye
porque perdió hace tiempo su gracia de cachorro
y las fatigas, el hambre y la enfermedad
le han convertido
en un montón de huesos y cuero acribillado
de cicatrices.
Me dan pena, Señor, sus ojos, que son buenos,
sus humildes ojos asustados
que van y vienen por las cosas
buscando algo que le salve,
alguien a quien amar...
¿Qué le darás, Señor, cuando se muera?
¿Premiarás de algún modo su miserable vida?
¿Pondrás en su noble y flaco cuello
un collar de oro con tu nombre?
¿En qué muelle y tibio lecho
reposará y qué hambre
voraz y devastadora
calmarás con tu mano?
Ya ves. El sólo pide
unas rodillas donde apoyar su cabeza,
una mano que acaricie su lomo
y un hueso que roer de vez en cuando...

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DAME LA FE QUE MUEVE LAS MONTAÑAS DE SITIO

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Se cierran los 33 poemas de "Esta mujer que soy" con el broche de grito existencial de "Súplica". Pide a Dios, en letanía bimembre, sentido a su vida, luz a su noche, fe que traslada montes.

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SÚPLICA

Tengo secos los ojos
de mirar el vacío...
¡Dame, Dios, la esperanza
para saber que existo!
¡Dame la fe que mueve
las montañas de sitio!
Dame una base, algo
en que apoyar mi grito.
Algo que me consuele,
Señor, de haber nacido.

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SUSANA MARCH

Premio Angaro de Poesía en 1986

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1.El hijo

EL HIJO
VERTE JUGAR
MÍO


2.El adolescente

EL ADOLESCENTE
UN DÍA...
LA MADRE


3.¡Qué despacio me muero!

PRESENCIA
FILIAL


4.Hundiría mis brazos en ese cielo azul

HECHIZO
ME DA PENA...
SÚPLICA


5.Abandona a tus claros serafines

OH, TÚ, SEÑOR...
DIOS ES MI AMIGO
SAN JUAN DE LA CRUZ



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