Susana March 2. EL ADOLESCENTE
A los seis años del premio en Adonáis por “La tristeza”, dio a conocer Susana March, en la misma colección, “Esta mujer que soy” (1959), que se abre con “Autorretrato”; conozcamos los últimos versos: “He nacido así: / derecha, / con mi poco de sol / y mi poco / de niebla. / Entre tantos millares / de mujeres, soy / esta.” ¿Qué apariencia tenía Susana? Leo en La Vanguardia (30/05/1955): “Cimbreante y nerviosa, toda líneas cóncavas cual corresponde a su ser introvertido, hondo, y fijo al mirar sobre una boca reventona. Susana March es la melancolía...”
Para señalar dos coordenadas claves de este poemario, permitidme que reproduzca algunos párrafos de “Deseo”: “Cúbreme. / Estoy desnuda. / Abre / las puertas de mi reino. / Esclavo mío, / asume / tu importancia, / dame / tu ley. / Exijo / tu fuerza. / ¡Ámame! / La tierra, / el viento, / el fuego, / el mar con su oleaje... / ¿Qué importa, / di, qué importa? / Me bebo el Universo / en tus labios, / amante.”
Si en estos versos confidencia la intensidad de su pasión amorosa, en “A un hombre” desvelará Susana March la otra necesidad del corazón: la amistad, la comunicación afectiva: “Salvar este gran abismo del sexo / y luego todo será sencillo. / Yo podré decirte que soy feliz / o desdichada, / que amo todavía / irrealizables cosas. / Tú me dirás tus secretos de hombre, / tu orfandad ante la vida, / tu miserable grandeza. / Seremos dos hermanos, / dos amigos, / dos almas / que alientan por una misma causa...”
TE EMPUJA EL AIRE HACIA LA VIDA
Dentro del juego del sol y de la niebla, predomina la luz en el primer poema (“¡oh claro sol!, ¡oh arcilla / de lumbre!”). Será el adolescente como un ángel (mejor, como un arcángel) que enamora a las chicas y conserva la fe en los Reyes Magos, multicolor “arco iris”, paloma de paz que anuncia nueva tierra, cielos nuevos.
EL ADOLESCENTE
Te empuja el aire
hacia la Vida
-¡oh campo
de sangre!, ¡oh, verde rama!,
¡oh flor!-, te empuja
hacia la Nada.
Y eres
como un arcángel
que juega al fútbol y ama
el recuerdo de los Reyes Magos
en los ojos
de las muchachas.
Eres
interrogante de oro
que cada primavera
enarca
su lomo radiante
sobre el tedio del mundo.
Eres
-¡oh claro sol!, ¡oh arcilla
de lumbre!-
la esperanza.
TU MANO DE HOMBRE EN CIERNE
Sol y primavera. En el sopor de la tarde, la madre poeta, reposando en la hierba con el hijo adolescente, estrecha su recia mano y descubre que es mano ya de hombre. Su olfato existencial, su brújula del tiempo se cargan de pesadilla: “de pronto, / pensé, hijo, en la muerte. / Pensé que un día –¿cuándo? – / tú y yo no existiríamos...” Nos llegan ecos de Gabriela Mistral cuando en “Que no crezca” nos lloraba así: “En la majada / cabritos y ovejas / maduran y se mueren: / ¡malhaya ellas!... / ¡Dios mío, páralo! / ¡Que ya no crezca! / Páralo y sálvalo: / ¡mi hijo no se me muera!” Escuchamos en ambos poemas un dolorido reproche a Dios por el misterio de la muerte...
UN DÍA...
Un día
estábamos los dos echados
sobre la hierba,
al sol...
La primavera henchía
sus dulces pulmones de aire.
El silencio pesaba
sobre nuestro sopor.
Yo estrechaba tu mano
en la mía.
Tu mano adolescente,
fuerte ya,
dura ya;
tu mano de hombre en cierne,
suavemente áspera,
delicadamente firme
y,
de pronto,
no sé por qué,
de pronto,
pensé, hijo, en la muerte.
Pensé que un día -¿cuándo?-
tú y yo no existiríamos,
mi mano no podría
estrechar ya tu mano,
este cuerpo, esta carne, este amor, esta vida...
Y fue como un desgarro,
como un puñal hurgando cruelmente en la sangre.
-¡Oh, Dios! ¿Es posible?
¿Tanto puede ser nada
porque Tú lo has querido?-.
Y ante tus ojos llenos de una sorprendida burla,
besé la palma caliente
y luego apoyé en ella mi mejilla
para morir así...
HUNDIRÉ EL ROSTRO EN TU REGAZO...
En la relación madre/hijo es ahora Susana March la hija, una hija grande que hunde su rostro en el regazo de la santa mamacita de sus días. Escribe Susana estos versos, como siempre que habla de sus seres queridos, dirigiéndose a ellos con devoción y entrega. ¡Qué fácil resultaría a un espiritual, a un místico, imaginar que este poema es una oración y dirigirse con ella a Dios Padre, a Dios Madre, desahogando en su regazo soledades y penas!
LA MADRE
He venido a estar contigo
porque estoy triste y tú lo sabes.
Hundiré el rostro en tu regazo
para que puedas consolarme.
Porque tú todo lo adivinas,
no es necesario que te hable.
¡Qué dulcemente me recoges
en tu ternura incalculable!
Duro es el mundo. Y la tristeza
la sola herencia que nos cabe.
Tú que me amas, madre mía,
seca este llanto que me nace...
SUSANA MARCH
Premio Angaro de Poesía en 1986
1.El hijo
EL HIJO
VERTE JUGAR
MÍO
2.El adolescente
EL ADOLESCENTE
UN DÍA...
LA MADRE
3.¡Qué despacio me muero!
PRESENCIA
FILIAL
4.Hundiría mis brazos en ese cielo azul
HECHIZO
ME DA PENA...
SÚPLICA
5.Abandona a tus claros serafines
OH, TÚ, SEÑOR...
DIOS ES MI AMIGO
SAN JUAN DE LA CRUZ