Responde María Victoria Atencia a preguntas sobre el poemario “MARTA & MARÍA”:
«Yo escribí este libro en un momento de tensión y angustia ante un posible desgajamiento, y supone mi reencuentro con la escritura después de quince años de silencio... Marta y María, como bien sabes, tenían un parejo amor –pero expresado de “distinto” modo– por el Amigo de su hermano [Lázaro].
Ambas buscaban su perfección en Él y es ahí donde realmente se hermanan: por eso suelo escribir ambos nombres unidos por la cifra “&” (aparte de que esa cifra sea también un modo de decoración y una referencia a nuestros viejos impresores). En aquel momento, Marta ofreció todo su quehacer al Amado. María, más allá de eso, eligió la renuncia a cuanto no fuese Él.»
Contiene el poemario 32 títulos; suele dividirse cada uno de ellos en dos conjuntos de seis versos alejandrinos (7+7), alguna vez de sólo 7 sílabas.No necesita, para expresarse, la ingeniosa malagueña las ajustadas pistas blancas de los 14 versos de un soneto.Doce líneas de texto son suficientes, porque su escritura es siempre intensa, elegante, minuciosa, sencilla, cercana, imaginativa y breve...
Hemos seleccionado para hoy tres interesantes vidrieras de su luminoso templo: San Juan, La moneda y Marta y María. Nos dejaremos seducir por su desnuda ingenuidad y sus matizados colores.
CON CANDELAS QUE SALTE...
Es tradicional en el Levante español fundir en única celebración la festividad del solsticio de verano y el natalicio de San Juan Bautista (24 de junio): se hace fiesta porque es el día más largo, y la noche –“noche de San Juan”– más corta y mágica del año. El fuego, que simboliza la energía del sol que bendecirá las cosechas y la vida, se enciende en hogueras que purifican y regeneran, que se saltan y atraviesan como se cruzó el mar Rojo. Bañarse en el mar, de espaldas a nueve olas, beneficiará, proclama la tradición, la salud o la felicidad del practicante, etc.
Se abandona María Victoria al juego de los milagros. Se le escapan los pies a bailar en la hoguera de la vida. Y reconoce que se siente amenazada por el reloj, por el calendario, por el tiempo: “El tiempo, el tiempo siempre: el tiempo, el tiempo: / saltaré mientras dure la comba de las horas...” Le apetecería ser Marta y danzar toda la noche. Pero suplica que le amarren a un árbol y detengan el flujo de sus aguas camino del océano: quisiera ser ahora recatada María, contemplativa, luminosa, a los pies del Maestro.
SAN JUAN
Junio, jacarandá azul que ya me dejas,
llévame de la mano al fuego del solsticio
con candelas que salte mientras se extiende el
trébol
y me persuade un mar que belleza asegura.
Inciertas margaritas mullen el campo a golpes
y el fruto de la higuera estalla en leche y miel.
La vida me recorre, hoy, ayer y mañana,
con rapidez sin tregua y no suspenso giro.
El tiempo, el tiempo siempre: el tiempo, el
tiempo, el tiempo:
saltaré mientras dure la comba de las horas.
Mi salteador, el tiempo. ¡Oh, sujetadme a un
tronco,
sujetad este pie, sujetad esta noche!
Y COBRES LA MONEDA QUE UN DÍA TE ENTREGARA
Hay en la vida momentos de alegría y tiempos de sufrimiento, sigue a la luz la duda, a la angustia el placer, a la ausencia el abrazo. Por eso cuando nos encontramos tristes, tensos, desamparados, rabiosos, no pareciera una feliz salida recrearse en escenas de pasado infeliz, rumiando abandonos, fracasos, insomnios, litigios... Sugiere Atencia abrir entonces “el arca / de recuerdos” y evocar escenas de luz y gozo, de afirmación y felicidad. Me permitiréis que reproduzca, al respecto, un poemita de Bernardo Casanueva, de solo seis versos; dice así: “Porque me encuentro solo y está el día / como nunca invitándome al silencio / de la vida interior, quiero tenderme / a la sombra del álamo, / a abrir, con mano lenta, el libro puro / de tu recuerdo”.
LA MONEDA
En ese instante mismo en que tu limpia sangre
se sabe acorralada y te sube en marea
tenazmente a la boca y en la entraña te surge
un pozo de arrebato y eres un ave herida
con un lejano nido y sin poder de vuelo,
y en tus muros salpican quebranto y amargura,
es cuando tú debieras acercarte hasta el arca
de recuerdos guardados por tiempos y
estaciones,
que te adornes el pelo con blancos edelweis,
que te sirvan de gloria sus cartas iniciales
y cobres la moneda que un día te entregara:
como tu vida misma, tiene anverso y reverso.
QUÉ IMPORTA QUE MI HERMANA O LOS DEMÁS MURMUREN...
En este último poema, último de nuestra presentación de hoy y último del poemario, que se titula también “Marta y María”, declarará María Victoria Atencia su más profunda necesidad: amar a su Amado (“ya que solo amor cuenta”). ¿Y quién es su amado? En la página inicial del poemario puede leerse una sencilla pero solemne dedicatoria: “Para Rafael”, Rafael León naturalmente, esposo y padre de sus cuatro hijos. Pero no parece descabellado, en el espíritu del Cantar de los Cantares, adivinar, además, otro amor más hondo, más sublime, que viene de Dios y nos lleva a Dios...
Miguel Ángel Ordovás así lo describe: «Jesucristo se inclina a favor de María, al igual que María Victoria Atencia, que escribe el poema desde la voz de la mujer bíblica: “Una cosa, amor mío, me será imprescindible / para estar reclinada a tu vera en el suelo”». Con claridad lo expresa Clara Janés cuando nos habla de “un sentir religioso que aúna la valoración de lo cotidiano con la entrega contemplativa: dos miembros de una actuación que, considerados por igual, sostendrán su voz poética en el alto punto de la comba.”
MARTA Y MARÍA
Una cosa, amor mío, me será imprescindible
para estar reclinada a tu vera en el suelo:
que mis ojos te miren y tu gracia me llene;
que tu mirada colme mi pecho de ternura
y enajenada toda no encuentre otro motivo
de muerte que tu ausencia.
Mas qué será de mi cuando tú te me vayas.
De poco o nada sirven, fuera de tus razones,
la casa y sus quehaceres, la cocina y el huerto.
Eres todo mi ocio:
qué importa que mi hermana o los demás
murmuren,
si en mi defensa sales, ya que sólo amor cuenta.
