La muerte ha perdido entre nosotros gran parte de su dimensión social. Solía morirse acompañado, y el fallecimiento afectaba significativamente a la comunidad. Hoy en día, cada vez más, el ciudadano muere solo y es llorado, en la intimidad de un velatorio municipal, por familiares y amigos. Aunque los medios de comunicación nos presentan cotidianamente muertos y más muertos, con indiferencia y banalización, como parte del espectáculo. Me pregunto, por ejemplo, a qué reiterar, una y mil veces, el espectáculo cruel del sacrificio de decapitación o abrasamiento, por parte del IS (estado islámico), de gente inocente. ¿No sería más conveniente que desapareciesen totalmente de la pantalla estos denigrantes rituales de muerte y absoluta deshumanización?
A cierta edad, lo primero que algunos cotillean, al abrir la prensa local, es la sección de esquelas. Y respiran con cierto aire de satisfacción al descubrir, en jaula negra de óbito, el nombre de algún amigo o conocido...
QUÉ ME IMPORTA, CARAY, SI ESTOY LLORANDO...
Me vais a permitir que, por esta vez, incorpore al blog un poema de José María Fernández Nieto bastante especial, largo, sin pausas, con lenguaje desenfadado, desahogo personal en voz alta y desaliñada al borde de un diván sicoanalítico. Al morirse el amigo, algo del sensible escritor también se muere. Lo expresa el corazón, sobre todo el corazón. Sugiero leer, sin interrupción si es posible, incluso en voz alta, los interminables y reiterativos párrafos de este extravagante y lúcido soliloquio. Se reía el poeta palentino cuando yo bautizaba el estilo declamador del verso como “poema rapero”. Según costumbre de tan fervoroso autor, no podía faltar Dios a la cita del amor, un Dios providente y cercano.
ESA MUERTE PEQUEÑA
De vez en cuando muere algún amigo, qué me
importa
que muera o que no muera, qué importa, qué me
importa,
lo digo y lo repito, qué me importa, caray, si estoy
llorando,
me importa, ya lo creo que me importa, muchísimo
me importa,
me importa porque yo me voy muriendo sin darme
cuenta
apenas, sin notarlo, ya lo creo que sí, que me lo noto,
que me tiemblan sus gestos, sus palabras, su adiós
cuando cruzábamos la calle, ya lo creo que sí, que
uno
se muere siempre que se le muere algún amigo, que
lo bueno
sería que llorásemos o quizá que soltásemos la risa
llorando a carcajadas nuestra pena, pero no somos
niños
y uno tiene que andar disimulando las lágrimas, los
gestos,
la vergüenza, para que luego digan que es un hombre
y mientras nos morimos poco a poco, cantando, que
es lo bueno,
porque te oyen los hijos y preguntan qué te pasa
y se mueren de risa si les dices que es que ha muerto
un amigo
pues no entienden por qué te mueres tú, qué
tontería,
qué saben de estas cosas, ellos piensan que es lo más
natural
que hay en la vida morirse sin saber que nadie
muere
completamente solo, que al morirnos ya lo hemos
ensayado
muchas veces pensando en un amigo que se ha
muerto,
te importa, ya lo creo, porque piensas que poco a
poco
un hombre cuando pierde un libro, una ilusión, una
sonrisa,
un amigo, se va quedando solo si no puede llorarle,
hablar ya nunca con él de aquel amor, de aquella
tarde,
de aquella discusión que nos unía o de aquel vino
tinto
que tomábamos en un bar que no existe, o por la
calle
que no es ni parecida, ya lo creo que sí, que nos
importa
saber que lo que somos lo hemos sido en otros que se
han muerto,
que te mueres, cuando menos lo piensas, en alguno,
y que sigues
viviendo, pero menos de lo que te figuras y es lo
bueno,
que apenas te das cuenta de que crece la muerte
como un árbol
porque siguen cantando los pardales, qué ternura,
Señor, cómo
nos das esta anestesia dosificada en hijos, en aromas
de nuevas esperanzas, cómo endulzas la muerte con
la risa
de un pequeño o con el aprobado en geografía o
simplemente
con saber que el lunes esperas una carta interesante,
cómo puedo
decir que no me importa, ya lo creo que sí, me
importa mucho
que se muera un amigo, muchísimo me importa,
porque algo mío, acaso una sonrisa, un pedazo de mí
se está muriendo cada vez que se muere algún
amigo...
ENSAYANDO UNA FORMA DE MORIR
Leíamos en los versos precedentes que hay muchas formas de morir en vida. Así decía: "y mientras nos morimos poco a poco...". Y más adelante: "al morirnos / ya lo hemos ensayado muchas veces..." En "Ruda faena", de Daniel de la Vega, parece que alguien ha perdido trágicamente un importante amor encendido de erotismo y fuego emocional. Atentos al final: "Olvidar su recuerdo no parece / que es olvidar, sino que se estuviese / ensayando una forma de morir."
RUDA FAENA
Ruda faena es olvidar la mano
que trajinó en tu corazón un día,
dar las espaldas a la melodía
de su beso más grande que un verano.
Borrar su nombre y rechazar en vano
la boca que te quema todavía,
y luego ver la vida tan vacía
como si Dios se hallase más lejano.
No tener luna, no entender el nido,
ver rodar primaveras sin sentido,
y no saber qué hacer del porvenir.
Olvidar su recuerdo no parece
que es olvidar, sino que se estuviese
ensayando una forma de morir.
LA ÚLTIMA CUERDA DE PAGANINI (PPS)
Bellísima Presentación sobre una sorprendente actuación sinfónica del genial violinista, al que se le van rompiendo las cuerdas de su Guarnerius. Siempre hay esperanza. Utiliza hasta el último cartucho, hasta la última cuerda que te queda para alcanzar tus sueños. Pulsaraquí.