Nosotros los mayores, y la Poesía 18. PORQUE EL CIELO NOS MIRA Y SE COMPLACE

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La sexualidad, de gran riqueza y complejidad, desempeña en la vida humana una función esencial para la supervivencia de nuestra especie: la transmisión de la vida. Pero no es su única motivación: se fundamenta biológicamente en el placer erótico (“sedatio concupiscentiae” le decían hasta hace bien poco con cierto tonillo de reprobación). Pero habrá que reconocer, sobre todo, la bendición para la pareja que supone el abrazo íntimo, las caricias y besos, la comunicación afectiva y sensorial de dos seres que se necesitan y enriquecen en el dar y recibir amor.

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EN EL CONCILIO, CON DOCE HIJOS Y MEDIO

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Os referiré una simpática y representativa anécdota ocurrida hace años en el corazón del Vaticano II, referida por Jaime Garralda testigo de la historia por su amistad con Luzma y Pepe Álvarez Icaza, sus protagonistas, matrimonio ejemplar latinoamericano invitado al Concilio a hablar de la familia. Su presencia, cariñosos ambos, entre tanto varón célibe sorprendía a los aturdidos cardenales. Por fin les tocó hablar, y Luzma –así lo evoca Garralda– tomó la palabra y dijo:

Señores cardenales, etc. Pepe y yo tenemos doce hijos, y aquí –señalándoles su abultada delantera– tenemos el siguiente; y les aseguro que cuando les concebimos no fue por calmar el sexo desarbolado, sino porque nos queríamos. Piensen Uds. si cuando les concibieron sus padres, estaban calmando el sexo o queriéndose”.

Desde entonces, no sé por qué, comenta Jaime, no se ha vuelto a hablar de “sedatio concupiscentiae”, sino de fomento del amor conyugal. ¡Bien por Luzma y Pepe! (Para saber más, pulsar aquí.)

Refiriéndose al “amor auténtico entre marido y mujer” escribe respetuosamente el Vaticano II, en Gaudium et Spes 49:

“Este amor, por ser eminentemente humano, ya que va de persona a persona con el afecto de la voluntad, abarca el bien de toda la persona, y , por tanto, es capaz de enriquecer con una dignidad especial las expresiones del cuerpo y del espíritu y de ennoblecerlas como elementos y señales específicas de la amistad conyugal. El Señor se ha dignado sanar este amor, perfeccionarlo y elevarlo con el don especial de la gracia y la caridad. Un tal amor, asociando a la vez lo humano y lo divino, lleva a los esposos a un don libre y mutuo de sí mismos, comprobado por sentimientos y actos de ternura, e impregna toda su vida; más aún, por su misma generosa actividad crece y se perfecciona.”

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Y TE BAJE A LA BELLEZA DE LA VIDA MORTAL

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Poema mayor del místico chileno Gonzalo Rojas, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 1992 y Premio Cervantes 2003. En los versos de “Cítara mía”, con el exquisito y descarado lenguaje de un Camilo José Cela, describe el surrealista lírico, de cuatro poderosos brochazos, el placer arrebatado del amor carnal bajo la mirada bondadosa y cercana del Dios vivo, para quien pulsa, como un arpa, una cítara, una guitarra, el luminoso cuerpo de la amante (así describe la esposa, en el Cantar de los Cantares, el cálido y musical abrazo del esposo: “Su izquierda bajo mi cabeza / y su derecha me abraza”: Cantar 8,3).

El amor, la pasión no bastan al amante y suplica al cielo y confiesa a la amada: que “el mismo Dios vaya con mi semilla / como un latido múltiple por tus venas preciosas...”, y desea a la esposa, pensando sin duda en el hijo, que “te baje a la belleza / de la vida mortal”.


No me resisto a reproducir la respuesta de Rojas una vez que le preguntaron: ¿usted cree en Dios? Su respuesta: “Yo creo en mi Dios y le hablo despacito; no hay que hablar fuerte con él. En mí funciona un juego medio místico. Cuando la gente lee mis poesías de amor, dice: ¡cómo va a ser místico este señor, casi libertino! Bueno, místico concupiscente, si tú quieres... Además, creo que el encantamiento amoroso y hasta el acto sexual es sagrado...”

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CÍTARA MÍA

Cítara mía, hermosa
muchacha tantas veces gozada en mis festines
carnales y frutales, cantemos hoy para los ángeles,
toquemos para Dios este arrebato velocísimo,
desnudémonos ya, metámonos adentro
del beso más furioso,
porque el cielo nos mira y se complace
en nuestra libertad de animales desnudos.

Dame otra vez tu cuerpo, sus racimos oscuros para

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que de ellos mane
la luz, deja que muerda tus estrellas, tus nubes

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olorosas,
único cielo que conozco, permíteme
recorrerte y tocarte como un nuevo David todas las

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cuerdas,
para que el mismo Dios vaya con mi semilla
como un latido múltiple por tus venas preciosas
y te estalle en los pechos de mármol y destruya
tu armónica cintura, mi cítara, y te baje a la belleza
de la vida mortal.



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LA ESCRITURA DEL TIEMPO EN TU ROSTRO

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Mientras la publicidad nos asalta obsesivamente para que estiremos las arrugas que el tiempo y la vida han ido pellizcando por nuestra piel, Miguel d’Ors, a 25 de mayo de 2011, nos invita a un ejercicio nuevo de encantamiento. En su lírica humanista, interpreta las arrugas de su esposa como “escritura del tiempo en tu rostro. La veo / y reconozco en ella nuestra historia...” Inolvidables días por el Pirineo navarro, valles de Ulzama, entre robles y hayas, de Belagua y su paisaje glaciar... Los hijos..., que desbordaban el limitado espacio del coche familiar (“¿Mi vida? –Siete niños / que lloran, se divierten, cruzan, piden...”, en “Autobiografía, en la que salgo de extra”). Por las azules aguas de esa historia, la pareja, ella... Complicidad, escapadas de amor... Tus arrugas...: “cada vez que te beso beso también en ellas / tantos años de amor...”

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ARRUGAS

Arrugas en tu frente, patas de gallo, ojeras:
la escritura del tiempo en tu rostro. La veo
y reconozco en ella nuestra historia:
aquellas viejas tardes en el oro romántico
de La Ulzama y del Valle de Belagua,
las noches de desvelo impotente ante el llanto
de nuestros hijos, sus primeras sílabas,
que eran como un regalo fresco y limpio
del futuro, los largos kilómetros en coches
que siempre nos estaban demasiado pequeños,
nuestra telegrafía de miradas,
las horas convividas en amargos pasillos
de hospital, nuestras fugas jugando a ser amantes; y
los números rojos, y los suspensos, y
los muertos, y las velas de tantos «happy birthday»...

Toda esa vida dicen tus arrugas. Ahora
cada vez que te beso beso también en ellas
tantos años de amor.


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PRESENTACIÓN "YOU TUBE".

Aunque realizado con pobres medios, el reportaje "Las cosas cambian..." (11 minutos) nos acerca, en inteligentes y tiernas escenas, novedosas experiencias de erotismo y sexualidad en la Tercera y Cuarta Edad. Pulsaraquí.

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NOSOTROS LOS MAYORES,
y la Poesía

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12. Abro las Escrituras para fortalecer mi corazón

ESTOY DELANTE DE TI, por Jacques Gauthier
UNA VEZ AL DÍA, de Paul Roth
ÍNDICE del 1 al 12


13.Los que vivimos solos

AJENO, por Claudio Rodriguez
¡VEN!, por Autor desconocido


14.Viudas sin luto

ÉL SE FUE MUY SERIO, por Carilda Oliver
NO ME CANSO, MI AMOR, YA DE QUERERTE, por Carilda O.
LA VIUDITA, de Carlos Murciano


15.Disfrutar del sexo a cualquier edad

BODAS DE PLATA, por Gastón Baquero
LA PAREJA, por Leopoldo de Luis


16.Entrega completa hasta el final

HOY PARECE..., por Gonzalo Alonso-Bartol
A MI ESPOSA, por Cintio Vitier.


17.Nos recetan a las mujeres la vejez prematura

MOMENTO, por Carlos Murciano
LA ORACIÓN DE LA NOCHE, de José María Valverde
MUJER IRREDENTA, de Gioconda Belli


18.Porque el cielo nos mira y se complace

CÍTARA MÍA, por Gonzalo Rojas
ARRUGAS, por Miguel d'Ors


19.Y es más breve el tiempo del amor

CARA A CARA, de Luis López Anglada
LA AMADA INNUMERABLE, por Bartolomé Mostaza
DÍA DE FIESTA, de Luis López Anglada


20.Cenizas que no se apagan

EL FUEGO ARDÍA LENTO, por Concha Zardoya
AÚN VIVAZ, de Concha Zardoya
"CUANDO DIOS QUISO", de Francisca Aguirre


21.Eres lo que recuerdas

ALGUNA VEZ POR LA MAÑANA..., por Cristina Lacasa


22.Pero el olvido, no, nunca el olvido

ESCÚCHAME, por Antonio Porpetta


23.El album familiar

FOTOGRAFÍAS, por Ginés Aniorte


24.Bendita memoria, bendito olvido

EL QUE TIENE MALA MEMORIA, por Manuel Mantero
TAMBIÉN HAY MUERTOS QUE MATAN, de José Bergamín


25.Nicanor Parra, Centenario Vivo

ENLACE A NUEVE PÁGINAS SOBRE PARRA
ÍNDICE del 25 al 36


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